* CPR - Central de Trabajadores/as de la Argentina
Ayer, "los decentes" marcharon en las calles de una Ciudad Puerto que entienden propia horas después que las fuerzas represivas de la Provincia de Buenos Aires arrasara con una inmensa marcha multitudinaria de trabajadoras y trabajadores que movilizaban a la Casa de Gobierno provincial para exigirle a sus funcionarios la reincorporación de los despidos, salarios dignos y el cese del desguace de la industria naval argentina.
Hoy, la caravana putrefacta de politócratas, asalariados de las clases opulentas cuya única existencia en este mundo se justifica en función de amparar en el Estado a la sanguinaria, corrupta y genocida Oligarquía pampeana, votará felizmente el allanamiento de la casa de una senadora opositora sin más reparos que el de darle un marco institucional a una cacería inescrupulosa.
Cristina Fernández de Kirchner ha sido, sin lugar a dudas, la persona más odiada por patrones y empleados del poder desde la muerte de Eva Duarte y Juan Domingo Perón. En lo que va del gobierno del maula Mauricio Macri, la ex presidenta ha sido cuatro veces procesada bajo la figura de "asociación ilícita". El objetivo es bien claro: Cristina Kirchner, como Yrigoyen primero y como Perón después, YA NO ES UN PROBLEMA POLÍTICO, SINO JUDICIAL.
Del mismo modo, las masas movilizadas son neutralizadas a balazo limpio en cada concentración numerosa, toda vez que las luchas obreras son consideradas abiertamente como delitos penales.
Así, la "corrupción peronista" pasa a ser el gran mal que aqueja a la nación en su conjunto. Así, el hambre, la miseria y la entrega del patrimonio nacional al gran Capital trasnacional representado por el FMI, son "costos" que la sociedad deberá soportar porque "se llevaron todo".
Con nuevas tácticas, aparentemente más sutiles (...ma non troppo), el gobierno de Cambiemos opera como los vencedores de Pavón operaron con los vencidos: arrasando con la resistencia como si fueran delincuentes comunes y no opositores políticos.
Los dueños de "la moralidad" y las "buenas costumbres" han expresado su apoyo al proyecto que intenta barrer con la escoria peronista. Como en las elecciones de marzo y septiembre de 1973, tras 18 años de dictadura cívico-militar, el número de votantes netamente anti-peronistas no es despreciable. Debajo del 49.5% obtenido por el Héctor Cámpora existía un 48% firme que decidió que el peronismo no debía volver; debajo del 62% de Perón, un 38% le decía "no" al líder que había sido perseguido, excomulgado, atacado por la sinarquía internacional y desterrado de su Patria por una camarilla militar que sumergió a la Nación en el ostracismo más absoluto. En las elecciones del 2011, cuando la hoy perseguida senadora había sido electa Presidenta de la Nación con más del 54%, la reacción anti-nacional se hacía manifiesta en sus diferentes expresiones con casi un 46% de los votos. En promedio, poco más - poco menos del 40% del electorado se encuentra en pie de guerra contra todo lo que represente una nación libre, justa y soberana.
Esa expresión se se mostró viva en aquella estéril movilización presenciada el día de ayer frente a las puertas del Congreso levantando carteles que demandaban "cárcel a la chorra" y exigiendo a sus representantes el castigo ejemplar que toda mujer deben sufrir por sublevarse al pulcro y sacro látigo del Patrón de estancia. Nada de eso es recuperable. El centro de gravedad debe hallarse en la unidad de todos los sectores antagónicos al proyecto oficial. Ahí subyace la fuerza, en las grandes mayorías nacionales. Hemos sido y somos mayoría, momentáneamente dividida por errores internos y fragilidades externas sin corregir. Es contra esa fuerza transformadora de las mayorías que los cañones de la inteligencia liberal apunta, hoy ya con balas y gases.
Pero está el problema de la imagen. La "jefa de la corrupción" parece intocable. En la provincia de Buenos Aires, su imagen crece a medida que la inflación aumenta. La reacción encaramada de serviles cipayos contra los intereses del Pueblo tracciona tras del peronismo al conjunto de los sectores afectados. Y eso es un grave problema que el gobierno intentará solucionar, siempre, por las malas.
Sólo la unidad y la organización podrán frenar esta farsa que la prensa adicta llama democracia y que en los talleres ya comienzan a llamar "régimen".
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