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FILO, CONTRAFILO Y PUNTA | Grandes fortunas y otras hierbas...




Finalmente… Tras una larga y turbulenta espera, el Bloque de Diputados/as del oficialismo avanzó con el proyecto de Ley que grabará por única vez los capitales ociosos de los hombres y mujeres más ricos del país. El popularmente denominado "impuesto a las grandes fortunas" fue presentado el 28 de agosto en la Cámara de Diputados/as y aprobado el pasado 17 de noviembre en una larga sesión.


El proyecto impone la creación por única vez de un tributo extraordinario destinado las personas humanas y sucesiones indivisas, residentes tanto en el país como en el exterior, por la totalidad de sus bienes –dentro o fuera de la Argentina– cuando el total de los bienes sea igual o superior a $ 200 millones. El objetivo de la norma apunta a recaudar $300 mil millones en virtud de redistribuirlos en producción, vivienda y salud.



LA LUPA, DONDE HAY QUE PONERLA


La aprobación del proyecto en la cámara baja no estuvo exenta de dificultades. La agresividad de los asalariados de las Clases Dominantes imperó en el recinto. Sin embargo, la voluntad inquebrantable de los y las legisladoras de bien, acompañada por la adhesión masiva de las organizaciones libres del Pueblo movilizadas en las afueras del Congreso, posibilitó el triunfo.


La dura derrota de los sectores de la reacción en el parlamento argentino (133 votos afirmativos contra 115 negativos) no debe entenderse como una demostración de debilidad. Es bien sabido por nuestros lectores que el poder posee una cualidad de ser invisible. La incalculable mediocridad de la dirigencia liberal promedio no es más que la demostración fáctica de la concepción estratégica de nuestras clases dominantes, quienes entienden innecesaria toda participación política explícita: el control de las instituciones formadoras de sentido común son suficientes a los fines por ellos perseguidos. De hecho, al día de la fecha, los embates más efectivos realizados por los enemigos del Pueblo no han sido promovidos desde sus estériles dirigentes políticos, sino desde las fuerzas vivas que los representan (gran empresariado, agrupaciones agrícola-ganaderas, instituciones financieras, prensa hegemónica, Etc.). De cara al tratamiento de la norma en el Senado de la Nación la semana próxima, será necesario contrarrestar todo tipo de ataque. Para ello, es prudente estudiar las fallidas maniobras de los sectores reaccionarios en los últimos meses.


Desde el minuto uno de su presentación, el conjunto de las fuerzas vivas del arco liberal oligárquico se levantaron contra el mentado proyecto. Incontables horas de señal televisiva y radial han sido dedicadas a su demonización. Sin embargo, el estímulo continuo del odio de los sectores reaccionarios no ha sido el único objetivo de la Oligarquía.


La táctica comunicacional del Aparato de Inteligencia de nuestras clases dominantes se ha dividido en dos grupos receptores:


  1. Persuadir a aquellos sectores medios improductivos (en su mayoría aquellos económicamente dependientes de rentas, herencias, comercio, Etc.) de que el proyecto constituye un riesgo inminente para sus relativa estabilidad económica; y

  2. Operar sobre las franjas políticamente inestables del Movimiento Nacional en virtud de convencerlos de que el proyecto resulta estéril a los fines perseguidos.


Dados los estériles fundamentos que se han empleado para el primer grupo, invertir mayores esfuerzos en contrarrestarlos constituiría un error. Basta con señalar que, del total de argentinos residentes en el país y en el exterior, menos de 10 mil personas (no empresas, ni sociedades de tipo alguno) serán alcanzadas por el proyecto, a las que se les aplicaría un gravamen que va desde el 2% hasta el 3,5% máximo. De los casi 43 millones de compatriotas, el porcentaje afectado apenas roza el 0.03% del total, por lo que pensar que el denominado “Impuesto a las Grandes Fortunas” afectará al propietario urbano que de yapa heredó el campito del tío, al titular de una cabaña en el Tigre que frecuenta –lancha de por medio– en vacaciones o al comerciante que con esfuerzo y muñeca para los negocios logró ponerse una sucursal en Montevideo, es un disparate que roza la idiotez. Basta que el buen hombre o mujer con tendencia a creer en el “fantasma del Comunismo” sepa sumar y restar, busque la tabla de alícuotas del proyecto (artículos 4° y 5°) y se proponga cotejar sus capitales con los descriptos en la norma. Claro, siempre existirán los zonsos regalados dispuestos a movilizar contra la “amenaza castro-chavista”.


Más como viene ocurriendo desde el inicio de la gestión peronista, la esquizofrénica actitud de las minorías movilizadas no hará más que expulsar hasta aquellos/as que comulgan con sus ideas (o sus desprecios). Por el carácter crónico –y muchas veces hereditario– de sus zonceras, los sectores medios improductivos jamás modificarán su manera de entender la realidad, al menos en el mediano plazo: la caracterización automática de todo aquello que sea nacional, popular, argentino o americano como “bárbaro”, “atrasado” o “defectuoso”, anteponiendo en medio el infaltable ejemplo de “los países civilizados”, es para estos sectores un acto reflejo, una reacción automática de su deficiente inteligencia ante todo aquello que le han enseñado a odiar . La presencia de las mismas premisas mesiánicas, axiomáticas e insustanciales como la “defensa de la libertad”, de “la constitución”, la “propiedad privada”, “la República” y la mar en coche, repetidas hasta el hartazgo por el cipayismo desde los años 30’ a esta parte, dan cuentas de ello. En este sentido, detenerse más de una hora a desarticular argumentaciones que tienen más que ver con la fe que con la ciencia, no es más que un esfuerzo innecesario y ridículo.


En cuanto al segundo grupo, debemos andar con mayor precaución ya que, a la luz de los últimos meses, podemos aseverar que viene creciendo en volumen. Tras los vaivenes (y algunas agachadas) del primer tramo gubernamental, un número nada despreciable del electorado nacional popular (en su mayoría franjas medias marcadamente ideologizadas, no sindicalizadas y sin militancia orgánica) ha emprendido un lento pero hasta hoy indetenible desplazamiento hacia opciones radicalizadas (por ende, marginales) del Movimiento. Son progresistas, izquierdistas sin identidad partidaria definida, nacionalistas de corte “Alianza Libertadora Nacionalista” o “anticomunista”, y demás hierbas (muchos de ellos, hoy autodenominados “peronistas”), quienes en virtud de ciertas medidas disonantes del Ejecutivo, califican la gestión del presidente Alberto Fernández como “liberal”, “Socialdemócrata”, “Radical”, Etc. Estos sectores, muchos de los cuales provienen del más tradicional progresismo antiperonista (aquel que calificaba al “Kirchnerismo” como “la etapa superadora del peronismo”, el cual estaría “caduco”), en su desencanto con la gestión justicialista, han optado por la desconfianza crónica hacia el presidente y gran parte de su gabinete. Muñidos de un grupo numeroso de comunicadores/as, vienen desplegando una nutrida retórica destinada al señalar la gestión nacional popular como una suerte de continuación encubierta y maquillada del régimen macrista.


Los señalamientos esgrimidos hacia el gobierno por parte de los individuos que conforman este sector que llamaremos de Indignados(indignados con Néstor cuando eran progresistas, porque él venía del PJ; indignados con Cristina, cuando eran Kirchneristas, mientras levantaban la memoria de Néstor quien “sí sabía hacer las cosas”; indignados con Macri, añorantes de la gestión Cristina quien “había hecho todo bien”; indignados con Alberto ahora que son Peronistas, en tanto “presidente alfonsinista”, quien borra con el codo todo lo que Néstor y Cristina escribieron con la mano) no son siempre incorrectos. Honestidad obliga, parte de estas críticas hacia la política oficial presenta amplios puntos veracidad: la digitalización indiscriminada de la asistencia y la previsión social, la estéril actuación del Ministerio de Trabajo en la defensa de los intereses laborales en el primer semestre de la gestión, el vergonzoso retroceso del proceso de estatización de Vicentin tras el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo y los sectores de la producción nacional a la medida, ciertas concesiones económicas hacia los resortes comunicacionales enemigos del pueblo y la ostensible desorientación oficial a la hora de ejercer un firme control de precios, entre otros puntos, son datos de la realidad que deben ser revisados. Por otra parte, sería faltar a la verdad no aclarar que el Ejecutivo viene realizando dicho ejercicio, por lo que en el último tramo ha adoptado posturas de mayor solidez frente a los problemas de las grandes mayorías nacionales. Sin embargo, el marcado ideologicismo de parte de las franjas medias del electorado popular les impide medir los avances y retrocesos con precisión: para ellos, todo va marcha atrás. En estos sectores, la inteligencia emocional ha suplantado a la racional. Por ello, han entrado en un círculo viciado de sentimentalismo y añoranza a los tiempos pasados que nublan el Pensamiento con mayúscula. En efecto, la supra valoración de estas franjas hacia el proceso kirchnerista es tal que toda comparación del país del período 2003-2015 con la actualidad resulta imposible. Pareciera que su lóbulo temporal hubiera almacenado los recuerdos únicamente de la etapa final del gobierno de Cristina Kirchner, borrando en forma absoluta todo recuerdo referente a los avances y retrocesos, múltiples derrotas, groseros errores y desagradables negociaciones que permitieron concretar la “Década Ganada”.



EL SECTOR DE “LOS/AS INDIGANDOS/AS”


Así, la crítica se atrofia, se convierte en un nominalismo, una abstracción elegante y siempre transgresora que vale por su mera enunciación. El crítico se vuelve “Indignado”, se define a sí mismo como portador de una vanidosa comprensión que los adherentes a la gestión nacional popular no estarían capacitados/as de ostentar. Si se lo critica, éste responderá “obsecuente”; si se le discute, repetirá que en el Movimiento “no se puede disentir”.


El resultado final no es otro que el aislamiento. No aquel decretado por el Ejecutivo el 20 de marzo en virtud de resguardar la salud de las y los argentinos, sino un aislamiento político. La y el “Indignado” no ha participado del 17 de octubre en la Plaza de Mayo. Tampoco lo ha hecho el Día de la Militancia, cuando el Pueblo salió a defender la Ley a la que en este texto nos referimos. Ha preferido en cambio, ahogarse solo/a en una liturgia asfixiante, en un manojo de recuerdos. Sentado frente a la computadora, o recostado con celular en mano, se sostiene reclamándole “peronismo” al gobierno que votó por medio de las redes sociales.


La indignación, la furia y la intolerable sensación de haber sido traicionado lo encierran en un círculo vicioso que lo esclaviza, lo somete a expresarse en forma continua frente a cada hecho, cada medida. En realidad, el “Indignado” padece un inconfesable terror al avance histórico que vivimos. Adolece de sus protagonistas, rechaza toda expresión que se lo recuerde. Ha elegido no comprenderlo y alejarse en consecuencia, como se hace frente a lo desconocido. El pánico lo ha llevado a adoptar posturas conservadoras en pos de conservarse a sí mismo. Alejado del Pueblo, profesa un peronismo ultra-revolucionario o ultra-católico (según el caso) sin pueblo, sin juventud ni organizaciones sociales, sin sindicatos ni movimientos de mujeres. En síntesis, sin las grandes mayorías que han dado origen al más grande movimiento popular de habla hispana.


Este suceso viene dándose tiempos del presidente Mauricio Macri. En aquel entonces, el sector de “los Indignados” fue persuadido por el Aparato de Inteligencia de que el Movimiento Nacional no era más que una minoría testimonial, que estaba destinado a la derrota a manos de “la Derecha”, que los pobres se habían “derechizado” (aquí y en la región), que el argentino no luchaba, que las asociaciones sindicales y sociales eran todas “tranzas” y “entreguistas”, que todo el mundo era “traidor,” y en consecuencia “culpable” de su sufrimiento personal. Así, el individuo medio, en su obnubilada comprensión de la realidad que lo circundaba, se entendía solo, aislado de las mayorías populares quienes, en su supuesta conversión hacia el conservadurismo, era el causante de sus desdichas y pesares.



LA TÁCTICA DE NUESTRAS CLASES DOMINANTES


Naturalmente, no podemos dejar de decir que todo esto no se ha producido en forma natural. Si bien las operaciones del aparato de colonización pedagógica suele actuar sobre tierra fértil (es decir, sobre sectores que presentan ciertas tendencias sobre las que se puede trabajar), todo el proceso tiene un sentido pensado, planificado y ejecutado por nuestras Clases Dominantes. Vamos al meollo.


El objetivo –virtuosamente cumplido por el Aparato de Inteligencia– fue y es aislar uno de los sectores más dinámicos del movimiento en tiempos de CFK, apartándolo de las calles. Entre el 2015 y el 2019, el/la “Indignado/a” sería testigo mudo del régimen casi desde su inicio. Su desconfianza hacia el pueblo (según él/ella, derechizado) lo condujo a autoestimular la adormecida inquina hacia las organizaciones sindicales, tan típica de la Clase Media argentina. Dicha desconfianza, hoy por hoy, se ha desplazado de lo sindical a lo político-partidario. Así debía ser según el interés táctico de nuestras clases dominantes, quienes requieren la ruptura temprana del Frente de Todos/as en virtud de triunfar en los comicios del año venidero. El estímulo de las fibras más sensibles de la subjetividad media han llevado a numerosos grupos a desconfiar de todo aquello que se manifieste como representante del Pueblo: desde la organización sindical o social hasta el gobierno defensor de los derechos de las grandes mayorías nacionales, todo se torna indefinido para las franjas medias politizadas sin cultura política.



CENTROS DE GRAVEDAD


Así las cosas, la detonación del muro informativo que divide a los sectores medios desencantados de la realidad que atraviesa la Nación deberá ser una tarea a corto plazo.


Como se ha dicho, a diferencia de lo que la prensa opositora e incluso ciertas señales de tinte “oficialista” sostienen, el proyecto de aporte solidario ha cosechado la adhesión de la inmensa mayoría de los sectores de la producción y el trabajo. Tanto la El Movimiento Obrero como los Movimientos Populares han manifestado en reiteradas ocasiones un sólido acompañamiento al proyecto. De hecho, no son pocas las organizaciones que sostienen que el impuesto debería ser permanente. En cuanto al empresariado (que en normalmente suele señalárselo por propios y extraños como contrarios a la medida) se han mostrado entusiastas: como era de esperarse, las organizaciones representantes de las empresas ligadas al mercado interno, fracción mayoritaria de la producción, ha celebrado la medida. Sin embargo, no la Pequeña y Mediana Industria apoya la medida (más del 50% de las PyME se han mostrado satisfechas); el mismísimo Miguel Acevedo, titular de la UIA, ha dicho que el impuesto es necesario (claro… siempre y cuando sea por única vez).


La aceptación del proyecto excede por demás las expectativas iniciales de sus artífices. En tal sentido, la rudeza con que la Prensa cipaya ha embestido no puede sorprender. Cuando los cimientos del sistema que sostiene la hegemonía política y material de nuestras clases dominantes se encuentra en peligro, el conjunto de sus instituciones reaccionan como una orquesta al tiempo en que el Director levanta la batuta: el maestro dará su toque interpretativo; los músicos, su técnica instrumental; los iluminadores, el ambiente necesario para que el público experimente el sentir de las melodías, más el compositor de la obra no estará allí, permanecerá invisible a los ojos de la audiencia. El conjunto de los partidos políticos, la Academia, la Ciencia Económica, la Prensa, la Justicia, la fracción socialmente minoritaria, el sistema todo ocupará su puesto de combate y saldrá al ruedo. Así lo hicieron en esta ocasión. Desde la Derecha reaccionaria hasta el infantilismo izquierdista se coaligaron en función de hacer fracasar el impuesto, y fueron derrotados. Por tal motivo, esgrimir una táctica en virtud de convencer a estos sectores resulta inútil: allí, no es necesario intervenir.


En sus clases de Conducción Política, el entonces Presidente Juan Domingo Perón señalaba:


El empleo de la fuerza política no es un empleo mecánico, sino un empleo inteligente; no es una asignación arbitraria y discrecional, sino una dosificación perfecta de las fuerzas. No hay que poner ni un gramo de fuerza donde no es necesaria, para poder concentrar todo el peso de la acción en un momento y en un lugar. (…) Nunca se es suficientemente fuerte allí donde uno busca la decisión, y es preferible ser batido políticamente en los lugares secundarios, con tal que sepamos vencer en los lugares decisivos.”

A esta teoría, que Perón denomina como “de los Centros de Gravedad”, es a lo que nos referimos. Todo acto dirigido a intentar persuadir a los disidentes de las bondades del proyecto resultará un gasto innecesario de fuerzas. Dos son las razones de esta aseveración:

  1. Porque el individuo reaccionario o “de Izquierda” ha perdido su autonomía; se encuentra en un estado de atomización tal que no sirve más que para ser instrumentado por el aparato de Inteligencia de las clases dominantes; así lo desea, así comprende al mundo y así vivirá hasta el fin de sus días.

  2. Porque frente a la magnitud del apoyo social y empresarial a la medida redistributiva, resulta innecesario ir en busca de adhesiones externas.


Por lo expuesto, la disputa argumental con las fuerzas reaccionarias constituye un uso innecesario de fuerzas. Las argumentaciones del gorilaje son nada más ni nada menos que sofismas repetidos como axiomas, es decir, argumentos absolutamente falsos reproducidos como verdades tan evidentes que no requieren explicación. La fórmula no es nueva. Cuenta con tantos años como la hegemonía oligárquica en nuestro país. Agigantados por las infernales usinas telecomunicacionales de des-información, los argumentos de los contras podrán convencer a decenas de miles de distraídos y sostener la férrea convicción de algunos millones de mesiánicos antiperonistas, más el grueso de la comunidad nacional se mantendrá inconmovible al lado del gobierno que los representa. Sobre todo, frente a una medida redistributiva de carácter inédito que impactará en el bolsillo de un puñado de ricos/as para beneficio de todos/as.



LA TAREA INMEDIATA


En tal sentido, el derroche de energía innecesaria en el intento de convencer a sectores ajenos debe ser descarado. Por el contrario, las fuerzas alineadas deberán ocuparse de aquellos sectores de Indignados/as. La dispersión de esta fracción de sectores medios del Movimiento es ostensible. Las fracciones medias, otrora progresistas, hoy “hiper-peronizadas”, exigen a diestra y siniestra que el gobierno peronista haga “cosas peronistas”. Naturalmente, este cuadro ha sido convenientemente aprovechado por el Aparato de Inteligencia de nuestras clases dominantes, quienes vienen desde el minuto cero de la gestión Fernández bregando por el fraccionamiento del gran Frente Nacional que hoy representa el Frente de Todos/as. Lejos de abocarse a la persuasión de las enardecidas minorías reaccionarias –estas evidencian un convencimiento tal que no es necesario operar sobre ellas, sino sencillamente conducirlas– el Aparato de Inteligencia trabaja exclusivamente sobre el electorado popular: tras identificar los sectores tendientes a la fractura (“Indignados/as”), el siguiente paso ha sido explotar las contradicciones internas de modo tal que las tendencias centrífugas no vean en el gobierno nada que las represente. Para ello (en pleno conocimiento de que los sectores medios ideologizados no consumen la información publicada en sus pasquines tradicionales), ha operado sobre una minoría de comunicadores identificados como “progresistas/nacional-populares”, quienes sirven de portadores “sanos” del mensaje que las Clases Dominantes desean difundir. El/la compañero/a, al bajar la guardia frente a quienes entiende como “propios”, naturalmente muerde el anzuelo.


La ya inaceptable e incomprensible debilidad comunicacional del aparato gubernamental (falencia por demás señalada por los comunicadores populares, cuyas voces parecieran ser ignoradas por la gestión nacional popular) en la pelea mediáticaes una de las principales causas –no la única– de la dispersión de los sectores “Indignados”. La concepción inicial de la gestión Fernández en derredor de la cuestión mediática condujo al gobierno por senderos improductivos y francamente dañinos. La idea era algo así: “sabemos que los medios hegemónicos no nos quieren y que operan sobre la población, más intervenir en ellos resulta innecesario, en tanto los nuestros saben quiénes somos y los Contras también; cada uno sabe a quién le cree”. La conclusión es acertada, más extremadamente superficial. La Prensa es una herramienta más en el sinnúmero de mecanismos empleados por el Aparato de Inteligencia oligárquico en su accionar político, económico y cultural. Como toda herramienta, tiene un fin determinado según los objetivos de su portador. Si el problema a resolver cambia, el fin de la herramienta también. Y así ha ocurrido: ante la necesidad de romper el Frente de Todos/as, las prensa hegemónica ha modificado sus objetivos mediatos. El resultado no es otro que el descripto en los párrafos precedentes. El objetivo es claro y preciso: persuadir al sector desencantado por las falencias iniciales del oficialismo que el Presidente no solo no es peronista, sino que roza la complicidad con las fuerzas que ha jurado combatir.


En este marco, la tarea inmediata no debe ser otra que operar sobre los sectores díscolos, reincorporándolos al rumbo trazado el 1ro. de marzo de este año. Para ello, deberá primar la acción en el frente comunicacional. El aislamiento social impide la acción directa de la militancia en las zonas corroídas por la acción mediática antinacional. El avance de la reacción sobre el riñón propio depende explícitamente de los espacios vacíos que el gobierno decida no abordar. Sin un aparato comunicacional estatal sólido, en plena articulación con los virtuosos espacios de comunicación popular (que dicho sea de paso, hoy por hoy, son los únicos que viene trabajando en función de los intereses del Frente de Todos/as, que son los intereses del Pueblo y de la Nación), toda tentativa de la Prensa gorila será exitosa. En las últimas semanas, se ha visto una inmensa cantidad de situaciones fácilmente explotables por la artillería comunicacional gorila. La confusión resulta el riesgo más caro para el Proyecto Nacional. No basta que el presidente salga una y otra vez a aclarar los tantos. Se requerirá invertir esfuerzos, tanto por parte de la militancia como de los cuadros técnicos en el área comunicacional, para aceitar el mensaje. Pensar que “los muchachos van a entender” es pecar de inocencia.


En fin, el año se acerca a su fin y los tantos se vienen acomodando. La semana próxima el Senado tratará la tan ansiada Ley de impuesto a las grandes fortunas. La victoria no está asegurada, más las condiciones están dadas para asestar un golpe certero al corazón de la oposición criminal que ansía ver caer al país a sus pies. Resta observar con precisión los flancos débiles y operar en virtud de corregirlos. El daño aún no presenta lesiones graves. Reponerse es absolutamente posible. Hacia allí vamos.


Camilo Porto Rojas | Línea Nacional Popular

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