Por: Jorge Rachid
Una comunidad como la nuestra, que en cuatro años de neoliberalismo recibió andanadas de individualismo egoísta y meritocrático, en donde los millones de argentinos que eran arrojados a las banquinas de la historia, excluidos socialmente y desamparados económicamente, eran mirados de costado, por un racismo cultural instalado en los sectores integrados, rechazando una imagen espejada de ellos mismos, sino se sometían a las nuevas reglas del juego darwiniano, del Mercado colonizador, comienza ahora a respirar una aire renovado de reencuentro social.
Es que la cultura habitual que identificó a la Argentina a lo largo del siglo XX e inicios del XXl, fue el modelo social solidario, que el neoliberalismo gobernante, títere del diseño estratégico de EEUU, intentó disolver atacando las bases estructurales del derecho laboral, privatizando los sistemas de salud y educación y primarizando la economía, con la consecuente destrucción de la industria, en especial las Pymes, con su secuela de desocupación, que alimentaba el cuadro social descripto, pero que pese a ello, no pudo vencer la fuerza histórica de una conciencia social compartida, que nos viene del fondo de la historia, la misma que el enemigo intenta destruir, al referir la crisis causada, según ellos, por 70 años de historia.
Es que justamente, esa fenomenal historia de construcción del pensamiento nacional y de una cultura social solidaria compartida, el freno abrupto a las prácticas neoliberales, que dejan al Mercado como ordenador social, haciendo del Estado, un estado depredador presente en sus negocios financieros, de fuga de capitales y del endeudamiento, que limita la soberanía nacional en la toma de decisiones.
Recuperar el rol del estado como ordenador social, fue una decisión del conjunto del pueblo argentino, que en forma democrática y sin violencias, desalojó del gobierno a los agentes de los intereses colonizadores de nuestro país.
Claro que en un proceso político que recién se inicia, con un gobierno nacional y popular, con profundo compromiso latinoamericano, intenta desmontar lo estructural de la herencia neoliberal, que fijó su punto de inflexión de control social y económico, en el sistema financiero y los medios hegemónicos, que apuntalando la intrusión de la Justicia, por los servicios secretos y la política, como forma de persecución política de la dirigencia opositora, intentó solidificar su presencia, más allá de su propio protagonismo político.
Nuestro gobierno desde el primer día, comenzó a “deconstruir” el neoliberalismo financiero, esa forma de control democrático, que intenta en el mundo, imponerle a los procesos institucionales, marcos acotados de acción y decisión política, colonizándolos.
En medio de esa acción aparece una Pandemia que desnuda esa “crisis civilizatoria”, que ya estaba en marcha en el mundo, como declamaba en el desierto el Papa Francisco, anunciando que sólo el rescate de los valores y virtudes que hacen a la construcción de modelos que jerarquicen a los seres humanos y a la naturaleza, frente a la agresión medio ambiental e inhumana de la prepotencia macro económica financiera, que ha puesto al mundo en vilo, haciéndolo invivible. Guerras, destrucción, muertos, masas migrantes, hambre generalizado, calentamiento global, crisis de deudas en todos los países, entre otras circunstancias dramáticas, eran el cuadro que componía la imagen de la humanidad, antes de la Pandemia.
Pero esa molécula, que necesita parasitariamente de una célula para vivir, que dura poco en el ambiente y tiene gran expansión, ha puesto en jaque a la población mundial, desnudando la fragilidad de un sistema insostenible y brutal. Pero esa misma visión hace que los pueblos y los gobiernos sensibles, recuperen su memoria solidaria, en una épica, que como en nuestro país ha recreado la solidaridad social, como nuevo afecto social compartido, que se expresa desde comedores a colectas, desde voluntarios trabajando sobre poblaciones de riesgos, empresarios solidarios que siguen abonando su salario a los trabajadores, pese a la cuarentena, antiguos opositores que comprenden, al menos por ahora la necesidad de esfuerzos compartidos, aun especulando con no quedar comprometidos por el odio, que sembrado por los actores del ayer, quedan día a día al descubierto en su accionar inescrupuloso.
De ahí que la convocatoria a construir un sueño común, como es combatir y batallar contra un enemigo silencioso que es el virus, llama desde las FFAA a los Movimientos Sociales, desde los Sindicatos a ONG, desde empresarios solidarios a militantes políticos, todos a un solo objetivo, conseguir con el esfuerzo compartido, lo máximo posible, al menor costo social y económico posible. Esa solidaridad, solidifica la Comunidad en una épica compartida, convocada por un gobierno que en pocos días, frente a la tragedia, ha erigido un liderazgo en la toma de decisiones, basadas en una epidemiología que indica los procedimientos a adoptar, en un trípode, junto a la solidaridad social, que nos hace revivir los mejor de nuestro camino común de un destino compartido.
PRIMERO LA PATRIA www.lapatriestaprimero.org
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