UN IMPERATIVO DE LA HORA
Por: Jorge Rachid
Cuando la política hace invisible al hombre, sus términos se refieren sólo a la economía, si además sus promesas mesiánicas siempre son a futuro y convocan a odiar “al otro” como mecanismo de control y disciplinamiento social, a través de la persecución judicial y mediática, la política deja de ser una herramienta de construcción del bien común, para transformarse en un instrumento de poder absoluto.
Sin dudas, estamos ante la construcción de un paradigma de dominación social estructurada sobre el miedo. Miedos estructurados sobre la base de la creación de inseguridades laborales y sociales, aún aquellos que hacen a la supervivencia del ser humano concreto, en cuanto a su salud, educación, futuro, y proyectos de vida. Esa sujeción a esquemas perversos porque “son el único camino”, era la justificación ideológica de los peores momentos de la humanidad, desde los esclavos a las persecuciones étnicas.
Esos procesos nunca son gratuitos, siempre atravesados por el dolor social inmenso y la muerte, tapizaron la historia de intolerancias, racismo, guerras, destrucciones y linchamientos públicos. Cuando esos mecanismos son apoyados por los medios hegemónicos e instrumentados por una Justicia corrupta, infiltrada por los servicios de informaciones secretos, el Estado deja de ser democrático, para transformarse en una autocracia, gracias a los amparos nacionales e internacionales, de intereses económicos concentrados.
Eso está pasando en nuestro país, en medio de un proceso electoral, viciado de sospechas de fraude, bombardeado de mentiras, con apelaciones al odio cotidiano y a la discriminación “del otro”. Si además, esta situación se desarrolla en un marco de entrega patrimonial y de soberanía de resortes estratégicos de nuestro país, al quedar endeudado, compromete generaciones de argentinos a la pérdida de capacidad de decisión sobre su destino como pueblo.
En esta dirección, ya no es una elección entre partidos políticos o miradas diferentes de construcción política, la que enfrenta el pueblo argentino, sino la posibilidad de dejar de ser el país que conocimos y amamos por historia y por patriotismo, para pasar a ser una Colonia subordinada a la geopolítica mundial del Imperio dominante, que direcciona desde la economía hasta las políticas públicas que deben defender los derechos sociales de los argentinos. Si esta es la descripción de la realidad de este proceso político neoliberal y neocolonial, el hombre y sus necesidades, desaparecen del mapa político, transformando al pueblo, en un objeto económico del gasto.
Para frenar esta deshumanización en curso, para evitar que esta realidad se naturalice como “único camino”, el protagonismo de la Unidad Nacional construida sobre las bases patrióticas de justicia social, independencia económica y soberanía política, es una prioridad absoluta a cualquier otra cuestión sectorial o personal.
La Patria está en peligro porque el “argentino concreto lo está”, porque está en juego la felicidad del pueblo como expresión máxima de la Justicia Social, están en juego la democracia popular como garantía de soberanía y el trabajo como ordenador social a través del círculo virtuoso de la economía.
La lucha militante es la única herramienta que puede garantizar recuperar la Patria y reparar al pueblo, hoy agredido y denigrado como expresión del conjunto social argentino. Esa lucha debe desarticular el discurso de la resignación a un supuesto futuro mejor, derrotar la naturalización del ajuste permanente y la denigración del trabajador, intentando derrotar su conciencia nacional.
Esa dirección militante debe ser conducida con firmeza en lo ideológico estratégico con la flexibilidad política necesaria a la ampliación de las bases de sustentación del movimiento nacional y popular, en una Argentina que es pueblo, es Patria y está esperando.
PRIMERO LA PATRIA
"Al mundo de hoy le falta llorar, lloran los marginados, lloran los que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar" FRANCISCO
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