Por: Camilo Porto Rojas | Línea Nacional Popular
Haciendo dignidad a su tradición histórica, la Alianza Cambiemos arrastra a la Argentina a la crisis social más profunda de la última década. A pesar de la acrobática retórica de los funcionarios del régimen, quienes el pasado jueves anunciaron que casi 13 millones de compatriotas viven bajo la línea de pobreza, la sangría social no solo se siente, se observa en las calles de las grandes urbes como una epidemia indetenible que no parece detenerse.
No es de sorprender. La política económica de la Alianza Cambiemos se funda en las necesidades de las Clases Opulentas de recuperar el capital perdido tras 12 años de gobierno peronista a manos de la Clase Trabajadora. Todos los instrumentos de política económica y financiera han sido puestos en función de transferir en el menor plazo posible la mayor parte de la riqueza en manos del trabajo hacia los sectores especulativos, la burguesía imperialista y la oligarquía vernácula.
Debilitar la capacidad material del Pueblo tiene para la oligarquía dos objetivos trascendentales: por un lado, desmontar el pujante Mercado Interno heredado de la década pasada cuya necesidad de alimento le impide la libre importación agrícola ganadera al exterior, la cual le otorga infernales ganancias; por otro lado, desarticular la potencia creciente de un Movimiento Sindical argentino en pleno crecimiento, habida cuenta de que la capacidad material de la Clase Trabajadora, heredada del gobierno peronista, le permitió entre 2016 y 2017 ganar considerables batallas. Sin “bocas que alimentar”, la Oligarquía agroexportadora podría subordinar su actividad únicamente a la exportación masiva de la producción agrícola ganadera a precios del mercado mundial. Paralelamente, una clase trabajadora débil, con las necesidades básicas irresueltas, acarrea a un sindicalismo de neto corte “gremial” sin posibilidades de ocuparse de los grandes problemas de la Nación.
Así ha obrado el régimen oprobioso de Mauricio Macri. Asoma el mes de abril y con él diversas jornadas de lucha de la Clase Trabajadora. El estado de miseria generalizada aumenta en la masa la necesidad de concurrir mancomunadamente hacia un plan de lucha capaz de frenar la ofensiva imperialista.
Afirma el Instituto de Economía y Trabajo de la Fundación Germán Abdala (ITE-FGA) que tan sólo en el último mes, el consumo se contrajo alrededor del -1.5% y un -10.2% en comparación con 2018. Dicha disminución del consumo de masas se debe principalmente a la carestía de la vida que, según informó el mismo INDEC días atrás, aumentó significativamente, sobre todo para los hogares más humildes. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo, la Canasta Básica de febrero de este año sufrió un aumento del 5.1% en comparación con enero y del 59.1% en relación a febrero de 2018. Otro factor que ha incidido en la disminución la capacidad de compra de las grandes mayorías ha sido sin lugar a dudas el inmenso porcentaje de ingresos que las masas asalariadas debieron transferir del consumo al pago de los servicios públicos. Según el Observatorio de Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (OETEC), la demanda total de energía eléctrica en el primer bimestre del año (usuarios residenciales, comerciales e industriales) cayó un -5.7% en relación al mismo período del 2018 (residenciales: -5%; comerciales: -5.3%; industriales: -7.3%). En lo que respecta a los hogares argentinos, la demanda de energía cayó en este período un -5% promedio en 18 de las 24 provincias argentinas, incluyendo Buenos Aires, Mendoza, Santa Fe y Córdoba. En referencia al servicio de gas por redes, la situación presenta dimensiones caóticas. Tan sólo en el último año de gestión liberal oligárquica, 6.906 usuarios comerciales se dieron de baja del servicio ante la imposibilidad de sostener sus emprendimientos, siendo la mayor baja registrada desde el año 1993. Como se podrá observar, el mega tarifazo que empezó en 2016 no sólo ha liquidado la capacidad salarial de la Clase Trabajadora, sino también lesionado gravemente el mercado interno. Electricidad, gas, agua, combustible, etc. no sólo han afectado la capacidad de compra de las masas, también han provocado un demencial “genocidio industrial y productivo” que ha herido de gravedad a la producción nacional. Por otra parte, la megadevaluación de casi el 300% promovida por el gobierno en sus tres años de gestión y la anarquía cambiaria que ha llevado al valor del dólar de $9,00 en diciembre de 2015 a casi 45$ en marzo de este año (alrededor de un 388% de aumento) ha pulverizado la capacidad de compra de las masas, subsumiendo a la nación toda al deterioro de sus condiciones de vida.
Bajo este espantoso panorama, la ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley y el titular de la cartera de Producción Dante Sica han presentado ante la población hambreada un lamentable espectáculo melodramático de poca monta que no ha hecho más que aumentar el rencor del Pueblo hacia sus verdugos. En comunicación con la prensa, Stanley, que dicho sea de paso hace meses ha cortado toda comunicación con las organizaciones de la economía popular, sollozó ante los números de su cartera como si el aumento de la pobreza fuese causado por el cambio climático. Por su parte, el ministro Sica sentenció desvergonzadamente: "Hoy es un día triste. La pobreza duele y lamentablemente es alta en la Argentina". Habría que recordarle al ministro que las familias argentinas viven ahogados por la tristeza desde hace ya tres años a causa de las políticas de entrega y prebenda de la riqueza nacional, usufructuada impúdicamente por la Oligarquía y sus patrones foráneos.
Ha dicho el pensador nacional Juan José Hernández Arregui en su obra Peronismo y Socialismo que “la gran enemiga de la Argentina es su riqueza. Y sobre todo, un mercado interno ampliado por el peronismo (…)”. Detonar la potencia de este mercado interno –es decir, de la capacidad de consumo de casi 43 millones de almas, en esta etapa ampliada por las políticas redistributivas de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner– es vital para una clase parasitaria cuya necesidad de exportar todo lo que produce en función de generar mayores caudales de renta la ha conducido a la enferma obsesión de acabar con el peronismo, identidad nacional revolucionaria de las clases subalternas de nuestro país. En función de concretar sus objetivos, ha promovido a través del gobierno de la Alianza Cambiemos la mayor sangría social jamás vista en tres años de gobierno. La pobreza, en este sentido, no debe ser entendida como “estructural”, sino como “estratégica”.
A pesar de los programas de gobierno ejecutados entre 1955 y 1973 por los gobiernos oligárquicos, los andamiajes de la Argentina industrial heredados de la era peronista impidieron a las clases opulentas torcerle el brazo a un sindicalismo sublevado cuya capacidad material, aunque severamente deteriorada, era lo suficientemente alta. Jornadas de lucha emblemáticas como el Cordobazo, el Rosariazo, entre otras, fueron posible gracias a la inmensa organización obrera de las zonas fabriles del país que, aun por entonces, permanecían plagadas de obreros sindicalizados. El proceso neoliberal fundado el 24 de marzo de 1976 cumplió en sus dos etapas –dictatorial y democrática– el programa de recolonización que la Oligarquía necesitaba para gobernar sin mayores dificultades. Los 12 años de gobierno nacional popular, aún con sus enormes limitaciones, sembraron nuevamente la semilla de la organización popular que hoy vemos florecer a lo largo y ancho del país. Así lo ha experimentado el gobierno gorila al ver frustrados muchos de sus planes destructivos tales como, por citar un ejemplo, la implementación de una Reforma Laboral que retrotraiga las condiciones de la Clase Trabajadora al año 1916. Inocentemente, la dirigencia liberal ha obrado con instrumentos tales como la extorción, la difamación mediática, la persecución judicial, la represión y hasta el terror estatal. Todos han sido estériles ante la potencia transformadora de la Clase Trabajadora que, sobreponiéndose a la pasividad suicida de los sectores colaboracionistas de todas las horas, ha demostrado su voluntad de retomar los destinos de la Nación mancillada.
Es ante esta incapacidad de los instrumentos tradicionales para torcer la lucha obrera que la Oligarquía ha acelerado el proceso de genocidio social. El éxito de la gestión liberal conservadora se basa en los altos grados de pobreza e indigencia producidos en estos tres años, sobre todo en los últimos meses.
¿Qué hacer?
La respuesta es clara, y se encuentra en contrarrestar los objetivos tácticos del gobierno: a la desmovilización promovida por la inteligencia liberal debemos oponerle la ocupación popular, organizada y sostenida de las calles de todo el país: UNIDAD, ORGANIZACIÓN Y LUCHA. Como ha sido en los últimos tres años, la Clase Trabajadora ha tomado la iniciativa: el 4 de abril, saldrán a las calles, colmando la histórica Avenida 9 de Julio de trabajadoras y trabajadores de todo el país. Esta primera medida será el punto inicial de un programa de lucha de envergadura con un único objetivo: derrotar al gobierno de las minorías para volver a controlar nuestro propio destino. Solo así, podremos frenar este “genocidio silencioso” que es la pobreza; sólo así, la Clase Trabajadora en su inmensidad de matices podrá definir su porvenir sin injerencias extranjeras ni locales; solo así, el Pueblo argentino, en su riqueza y diversidad, podrá comenzar a transitar el camino de su libertad.
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