El fenómeno electoral que venimos presenciando en estos meses es de una importancia significativa.
A pocos días de cumplirse medio año, la Alianza Cambiemos ha sido derrotada en ocho provincias consecutivamente. Los resultados dejan de manifiesto la voluntad de los Pueblos del interior de dar por concluida la experiencia liberal oligárquica, pero además, es un síntoma claro de que el federalismo del interior se mantiene intacto tras más de dos siglos de lucha contra el centralismo porteño.
En pocos días, la Argentina cumplirá 209 años de su revolución nacional, en cuyo núcleo se encierran las contradicciones inconclusas de nuestra nación. Desde la hora cero, dos proyectos antagónicos chocaron con fuerza: la Gran Nación Suramericana que soñaron nuestros próceres y por la cual lucharon nuestros Pueblos, por un lado; el liberalismo extranjerizante que promovió la balcanización de nuestro continente en beneficio del Imperialismo Financiero y las oligarquías vernáculas, por el otro. Unos, representados por las fuerzas plebeyas de nuestras tierras, cuyo único interés era el de defender su tierra, su libertad y la de sus hermanos y hermanas; otros, representados por la ilustración y las letras, la burguesía comercial portuaria y los dueños de hacienda cuyo proyecto "civilizador" consistía no solo en entregarle la Nación al imperialismo británico, sino también en exterminar de la manera más violenta a todo elemento autóctono que se interponga en su camino. Los primeros, afirmados en sus identidades provinciales, asediadas por el nuevo colonizador: Buenos Aires; los segundos, especuladores y comerciantes inescrupulosos de la Ciudad Puerto que no concebían al país más allá de los límites de la ubérrima y opulenta de Buenos Aires.
Mucha agua ha pasado bajo el puente, y así como el patrón Oro de aquel siglo ha cedido espacio a la Divisa Dólar de estos tiempos, la tacuara montonera se ha cambiado por las huelgas sindicales; más los objetivos de ambos sectores Patria y Pueblo - Colonia y Oligarquía, persisten intactos. La contradicción principal de nuestro país permanece irresuelta.
En este sentido, es preciso apreciar como los resultados electorales e los últimos ocho comicios provinciales reproducen elementos de esta disyuntiva.
La Argentina ha sufrido a lo largo de su historia, numerosas revoluciones y contrarrevoluciones en las cuales, por diversos motivos, ha prevalecido la hegemonía política, cultural, económica y militar de un sector por sobre el otro, sin poder enterrarlo del todo. De esta manera, ni los procesos nacional populares pudieron vencer completamente a su proyecto antagónico, ni las oligarquías han podido subordinar aún mediante el exterminio directo al Pueblo en sus ansias de libertad y justicia.
En 2015, la crisis política (única crisis real que podemos apreciar) del gobierno nacional popular hizo síntoma por primera vez. Si bien las provincias en su enorme mayoría optaron por la continuidad del peronismo a nivel nacional, la derrota del FPV-PJ en las zonas más pobladas del país obró como trampolín para que el proyecto liberal oligárquico ascendiera al poder del Estado. Ya en 2017, aún con profundos conflictos irresueltos, el Campo Popular sufrió numerosas derrotas en distritos de relevancia a manos de la Alianza Cambiemos, quién logró la hegemonía en 13 de las 24 provincias. La Contrarrevolución del 2015, aunque debilitada, mantenía su poderío intacto.
Más el tiempo ha pasado, y más de tres años de intensa lucha, por parte de las Organizaciones Libres del Pueblo, han dado sus frutos. Las derrotas de la Alianza Cambiemos a manos de los sectores populares pareciera no tener retroceso. Aún en provincias donde parecía tener un cómodo apoyo, sus pueblos rechazaron el modelo liberal con contundencia.
De las 8 provincias donde Cambiemos fue derrotada, en la mitad de ellas había resultado victoriosa dos años atrás. En 2017, la alianza liberal conservadora logró en Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y Neuquén derrotar a las fuerzas provinciales gobernantes en cada uno de estos distritos. Por el contrario, en los últimos comicios, los resultados fueron abruptamente revertidos: de los 28% obtenidos en los comicios neuquinos de 2017, Cambiemos retuvo tan sólo el 15% pasando del primero al tercer lugar; en Santa Fe, del 37% pasó al 19%; en Entre Ríos, del 53% pasó al 33%; en Córdoba, donde la alianza se presentó dividida, se obtuvo la representación del 28% del electorado, contra un cómo 48% en 2017.
Dato a destacar: las elecciones provinciales sucedidas hasta la fecha han demostrado tanto a la alianza gobernante como a los partidos de orden nacional que las fuerzas provinciales continúan ostentando la representación de sus pueblos por sobre toda otra tendencia.
En este punto vamos hacia la fuerza propia.
Ejemplos tales como el del Frente Popular Neuquino, posicionándose cómodamente por sobre las fuerzas nacionales Unidad Ciudadana y Cambiemos, son aleccionadores. En ambos extremos, la táctica electoral para derrotar al histórico partido provincial –de indudable origen popular, allá por los años 60’ cuando el peronismo se encontraba proscripto– fue “nacionalizar” la contienda. Para los nativos, no hay “nación” que valga frente a los pesares y los sentimientos intrínsecos de la tierra provincial. En ella se encierra un ademán de siglos que pocas voces extrañas han podido interpretar. Me consta. Recuerdo discusiones con compañeros entrerrianos años atrás. Yo, “Rosista” por adopción; ellos, nativos de una Entre Ríos orgullosa y altiva, defendían las figuras de Justo José de Urquiza y Pancho Ramírez –“El Jefe”, como reza una estrofa de la conocida canción “La Vuelta del Montonero”. ¿Cómo era posible que no comprendieran? –pensaba–; años después entendería que quien no comprendía era yo. La respuesta había que pensarla… Aún en la gloriosa Confederación Argentina de Don Juan Manuel de Rosas, la nacionalización de la política económica atrajo rupturas. Es sabida la participación de vastos sectores del federalismo argentino en el infame golpe contra Rosas en la Batalla de Caseros. ¿Traidores? ¿Es posible ser tan categórico a esta altura de la historia? Es claro, los intereses económicos de las provincias se veían afectados por el centralismo porteño que Rosas mantuvo, pero… ¿Era motivo suficiente para aliarse con los enemigos de la Nación? En la obra de Abelardo Ramos podremos encontrar una aproximación: Buenos Aires –intérprete histórico de los intereses de la Oligarquía– siempre supo localizar las divisiones; manejar los intereses; aprovechar los errores. Lo que perdía en batalla, lo recuperaba con una quirúrgica y cuidadosa intervención política sobre el cuerpo contradictorio del Movimiento Nacional. Las fragilidades propias son la potencia infinita de nuestros enemigos, en tanto la inteligencia liberal actúa con mano científica: aprovecha el peso del enemigo en su contra. ¿Eran traidoras las provincias participantes en Caseros? ¿O acaso la subordinación del interior hacia el centro fue, a la luz de la historia, un error que hemos cometido y que seguimos cometiendo?
Es historia conocida la relación tensa entre el gobierno popular de Cristina Kirchner y caciques provinciales como los puntanos Rodríguez Saa. También lo es la actuación del gobernador de San Luis frente al gobierno oligárquico. Entonces: ¿De quién es la culpa?
En este instante de la lucha por nuestra liberación, comprendemos que “buscar culpables” es cosa del pasado. No sirve ni servirá en el tiempo que se avecina. Lo importante, como siempre hemos de predicar desde Línea Nacional Popular es PENSAR.
El interior federal vive. Las sombras del Chacho Peñaloza, de Facundo Quiroga, de López Jordán y tantos otros siguen aterrando a las minorías encaramadas en sus privilegios. Comprender que los pueblos de las provincias, de la Argentina bicentenario poseen identidades autónomas, propias e insubordinables a una identidad nacional homogénea será el principio para una política verdaderamente nacional, popular y federal. El Ser Nacional, como las luchas obreras, deberá construirse de abajo hacia arriba; del interior al centro. De lo contrario no será más que mero nacionalismo estéril sin representación más allá de la ociosa y opulenta Ciudad Puerto.
Editorial | Línea Nacional Popular
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