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PARO AGRARIO | Apuntes en derredor del embate patronal(*)

Por: Camilo Porto Rojas | Línea Nacional Popular


Nuevamente, tras 12 años de aquella primera confrontación entre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y los dueños de la tierra, la Oligarquía comienza a movilizarse.


La Argentina entera rememora aquellos días. El conflicto desatado por la Resolución 125 partió al país en dos. Cabe aquí una pequeña digresión: más allá de cierto tono de hipocresía entre propios y extraños al respecto, lo cierto es que dicho suceso significó un extraordinario servicio a la Nación. El problema del coloniaje como sistema de dominación es precisamente el carácter incorpóreo del mismo. Durante décadas, la prensa parasitaria se refirió al genocidio de Estado de la última dictadura únicamente en referencia a los crímenes de las FF.AA. No habría –según la prensa– delito alguno cometido por otro actor que no fuera militar. Durante el conflicto de “la 125”, el rostro de los artífices del golpe comenzó a materializarse. Aquel enemigo histórico, la Oligarquía, comenzaba a tomar forma; por momentos, torpemente; por momentos, con mayor precisión. Se habló de "corporaciones”, de “monopolios”, del “Campo”, sin llegar a denominar al adversario con su nombre real. Más después de “la 125”, el vínculo que sujetaba a los entes con ciertas instituciones se destruyó para siempre. En este sentido, más allá de la derrota fáctica sufrida por el Movimiento Nacional en aquel entonces, el conflicto con el llamado “Campo” fue progresivo; constituyóse en un punto de inflexión entre el pasado y el presente político de las y los argentinos.


Retomemos el hilo.



DEL 2008 AL 2020


Más allá de los nexos construidos por la retórica periodística al respecto de ambos conflictos –el pasado y el presente–, es ostensible que las condiciones objetivas en el desarrollo de los mismos presentan marcadas diferencias.


Por un lado, es perceptible que el apoyo social que ostentó la clase parasitaria en la sublevación sediciosa del 2008 se ha reducido significativamente. No por ello se debe bajar la guardia. Más debe apreciarse el contexto: la pobreza generalizada, la carestía de la vida y la consiguiente pérdida del poder adquisitivo que, aunque en franca reversión, no se ha detenido, estimulan el rechazo de la inmensa mayoría de las y los argentinos hacia las medidas de una minoría que se concibe como ultra privilegiada.


A 48 horas de iniciada la medida –el paro comenzaría el lunes 9 de marzo y se extendería por cuatro días– el fracaso resultó ostensible. No solo la actividad que se intentó frenar funcionó normalmente; lo más relevante es la ausencia de adhesiones por parte de sectores periféricos a la medida. Esto contrasta con el sólido apoyo de los sectores medios urbanos –fuerza de choque de la Oligarquía– y del sector agrario en general que la Clase Terrateniente ostentó durante el conflicto del 2008. Sin el concurso de sectores ajenos a su clase, el lock-out patronal sucumbió antes de cumplir su primer tramo de vida.


El carácter redistributivo de la medida fue la clave: mientras el relato bélico-comunicacional de la prensa cipaya promovía a la medida como un reflejo de "la 125" (2008), la realidad demostraba que el nuevo esquema de retenciones coloca a los sectores más débiles en situación de privilegio mientras que tan solo una ínfima fracción acabaría con un aumento módico. En efecto, el 3% de aumento a los grandes exportadores de soja será redistribuido –como se explicará a continuación– en función de mejorar las condiciones de los pequeños y medianos productores del interior.



UN ESQUEMA REDISTRIBUTIVO


La estafa mediática fue evidenciada por la mayoría y el "paro de 4 días" fue vaciado de adhesiones unos días antes de su inicio.


Es ostensible que la fracción de propietarios de tierras nucleada en la Mesa de Enlace carece de capacidad de representación alguna. También es claro que el único interés que persigue es golpear al gobierno cuyo proyecto resulta la negación misma de sus privilegios. De otra forma no se explica cómo un aumento del 3% en las retenciones de dichos sectores desata una medida de tamaña envergadura.


El nuevo esquema de retenciones del gobierno de los Fernández plantea un sistema que favorece, en primer orden, a las economías regionales del interior del país. Según ha informado recientemente el ministro de Agricultura, Luis Basterra, “con la Ley de Solidaridad se trató de ordenar este instrumento (de las retenciones) porque tenía en sí mismo grandes iniquidades. (…) Lo que nosotros propusimos ahora fue poner topes que se ajustaban a aquellos niveles con la posibilidad de subir la soja hasta el 33%, los granos hasta el 15% y las economías regionales a 5%”. Esta medida contrasta abiertamente con los intereses de los grandes terratenientes, quienes fueron los grandes ganadores del modelo económico saliente el 10 de diciembre pasado y que, por consiguiente, deberían ser quienes más sacrifiquen en la reconstrucción del tejido social, pavorosamente deteriorado en beneficio de éstos. Poco más de 14 mil productores, aquellos que exportan más de 1000 toneladas –es decir, alrededor del 0,03% de la población argentina–, serán los alcanzados por esta medida. De lo que se trata –nos da orgullo decirlo– es de ajustar a los que más tienen para redistribuir; no para pagar deuda, no para recaudar capitales; para redistribuir. Eso, en términos sencillos, se llama “Peronismo” o, lo que es lo mismo, “Justicia social”.


El esquema de Basterra es de “segmentación”. Esto lo diferencia de la socialmente rechazada Resolución 125/2008 que provocó la ira de los sectores privilegiados del país. Por tal motivo, es probable que la cólera de las clases parasitarias sea, en esta ocasión, aún mayor, ya que no existe nada que irrite más a la Oligarquía que perder terreno en manos de los sectores nacionales. Recientemente, en un comunicado de la Unión de Trabajadores/as de la Economía Popular (UTEP), las y los pequeños campesinos manifestaron su apoyo a “las políticas agroalimentarias llevadas adelante por el gobierno nacional”, ya que “el nuevo régimen de retenciones, además de estar avalado por ley, bendice impositivamente a más del 70% de los productores sojeros, además de impulsar y apoyar las economías regionales”. En su comunicado, la UTEP asevera que “quienes hoy llaman al paro por un aumento de 3 puntos porcentuales, solo aplicable a los 2600 más concentrados empresarios de la soja, no tienen ningún interés ni compromiso con la situación de los medianos y pequeños productores y productoras. Entendemos que allí está expresada la voz de ellos, quienes fueran partícipes y beneficiarios por las políticas de devaluaciones y liberalización comercial del gobierno anterior, las cuales tanto han lastimado a nuestro Pueblo. Muchos de ellos hasta hace unos meses ocupaban cargos en la administración pública y fueron garantes de la fuga de capitales y del crecimiento indiscriminado de una deuda que afecta el derecho a la alimentación de más de la mitad de los niños y niñas de nuestro país”. Por tal motivo, la organización gremial de la Economía Popular rechaza enfáticamente “el intento de extorsión y desestabilización que algunos sectores concentrados y corporativos del agro han planteado en estas horas”.


El comunicado de la UTEP expresa el sentir del Pueblo humilde. Las concesiones otorgadas por parte del gobierno de Mauricio Macri al sector agrario han significado el empobrecimiento radical de los sectores subalternos, quienes ante la iniciativa del gobierno peronista de redistribuir una pequeña porción de la ganancia extraordinaria de los dueños de la tierra, han decidido manifestar su más categórico rechazo a lo que entienden como un ataque clasista y antinacional que atenta contra sus propios intereses.


El rechazo de la llamada “Mesa de Enlace” al nuevo esquema de retenciones no se entenderá si no se comprende primero el carácter redistributivo del mismo. El desplazamiento de riquezas materiales hacia los sectores más empobrecidos, por módico que sea, constituye una amenaza intolerable para los grandes propietarios de la tierra, toda vez que cuestiona en lo más profundo al sentido común instaurado de Caseros a esta parte: no se trata de rechazar el 3% de aumento, sino de des-jerarquizar el vetusto sistema de privilegios que desde el 17 de octubre de 1945 se niega a desaparecer. Por su parte, la Clase Trabajadora del sector agrario, los pequeños y medianos productores, los campesinos y campesinas, las organizaciones indígenas, han manifestado su apoyo a lo que entienden como “un paso esencial para una mayor justicia fiscal y distributiva, con miras en garantizar recursos para asegurarnos que nuestro Pueblo coma y mejore la calidad y condiciones de vida de las familias de pequeños productores agropecuarios”.



MOVILIZACIÓN E INTELIGENCIA OLIGÁRQUICA


La acción directa en forma asociativa no suele ser muy frecuente entre las clases dominantes. A lo largo de la historia argentina, la Oligarquía ha preferido operar en la subjetividad más que “salir a las calles”, “cortar las rutas” o cualquiera de las formas de manifestación propias de la Clase Trabajadora. De hecho, dichas medidas no suelen ser estrictamente necesarias para el cumplimiento de los objetivos de la Clase Dominante.

Al respecto se ha referido el pensador nacional Juan José Hernández Arregui en su trabajo “La formación de la Conciencia Nacional”:


El poderío de la Oligarquía terrateniente no es exclusivamente material. Su influencia es más bien impersonal. Penetra como un pólipo todas las instituciones –económicas, jurídicas, educativas, políticas, financieras, religiosas, militares– y así, este poder incorpóreo impregna y unifica alrededor de su centro organizador, la estancia, la espiritualidad de toda la nación”.

Nuestra Clase Dominante no posee un rostro determinado, no ostenta nombres notables reconocibles por la ciudadanía, no aparece en televisión ni en la radio. Como ha dicho Arregui, “no aparece en primer plano. El secreto de su poder es que es un poder secreto”; permanece invisible a los ojos de la Historia. Progenitora del sistema jurídico institucional argentino, ha moldeado desde 1852 a la fecha el conjunto de las instituciones formadoras de sentido común aún existentes. Tamaño poderío tornan innecesarias formas de disputa política tales como la movilización, la asamblea, la huelga o la participación político-partidaria. No las necesitan, habida cuenta de la persistente solidez del sistema que sostiene su poderío material y simbólico.



EL ROSTRO DE LA MOVILIZACIÓN PATRONAL


Por tal motivo, no es el núcleo oligárquico propiamente dicho quién da la cara en las caravanas de tractores que recientemente han circulado por Córdoba o Santa Fe. Quienes prestan servicio a la avaricia oligárquica son propietarios de segundo rango; portadores de grandes riquezas, sin dudas, más dicha riqueza es tangible; el Capital oligárquico, no. Así como la hegemonía política de la Clase Dominante es invisible, más aún lo son sus cuantiosas riquezas.


Diferenciar estos dos sectores terratenientes no implica en modo alguno salvaguardar de culpas a unos en desmedro de otros:


"La fuerza de la oligarquía radica en que como minoría empedernida tiene espíritu de cuerpo. Su conciencia es cerrada; su liberalismo, la máscara fría y múltiple. La negación misma de la improvisación. En su actividad defensiva frente al Pueblo, sus miembros están estrechamente unidos por un cohesivo sentimiento de clase fundado en la conciencia de la usurpación del poder político”. (J.J. Hernández Arregui. Ibídem)

Ambos sectores son marcadamente antinacionales, profundamente clasistas, ostentan un racismo insoportable y un desprecio confeso por todo aquello que sea nativo; son portadores de una fe religiosa en la actividad agrícola-ganadera. En función de justificar el sistema económico agroexportador como eje vertebrador de la civilización argentina se ha creado el aparato de colonización pedagógica que impregna de ruralidad al conjunto de las ideologías hegemónicas. Así, nacionalistas y liberales, socialdemócratas y totalitarios, cristianos dogmáticos y comunistas, sostendrán el mismo credo; unos lo entenderán como amor a la tierra y a las costumbres; otros, como una necesidad basada en la realidad que supone el atraso cuasi genético que “padece” nuestra nación por ser –como dirá el filósofo alemán Friedrich Hegel en 1831 en sus “Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal– geográficamente inmadura.


No obstante esto, comprender que los hombres y mujeres que se reúnen en “asambleas”, dialogan con programas televisivos y noticieros radiales, se suben a un tractor y cortan la ruta, Etc. no son los dueños del país, sino sujetos privilegiados por el sistema agro-exportador, es un paso necesario para llegar a conocer el origen del mal que debemos vencer. Las entidades agrarias defienden el sistema porque de éste depende preservar sus sacros privilegios. Más no son sino “peones” en el tablero de ajedrez de la Oligarquía Pampeana que opera –como lo hemos señalado– con métodos mucho más avanzados, acordes a su posición jerárquica entre los dueños de la tierra.



A MODO DE CONCLUSIÓN


La derrota coyuntural del sector oligárquico no significa su anulación política, ni mucho menos la supremacía del Movimiento Nacional sobre sus históricos adversarios, sino más bien debe entenderse como un cuadro de situación: las limitaciones coyunturales de dicha clase le han impedido avanzar. El Campo Nacional Popular debe aprovechar este instante para reorganizar sus fuerzas y hacerla retroceder. Solo así se podrá tener contra las cuerdas al sector visible de la Clase Dominante lo suficiente como para poder avanzar en conquistas mayores, tanto para el Pueblo como para la Nación. Para ello, debe aceitarse la articulación entre comunicación popular y estatal: la correcta y prolija información debe ser una política central en el ejercicio de limitar la hegemonía comunicacional de la Oligarquía. El Pensamiento Nacional siempre ha brindado herramientas prácticas en este sentido. Por otra parte, la movilización social tampoco debe despreciarse, aunque debe ser un recurso bien empleado: como ha dicho Juan Perón, hay que “pegar donde duela y cuando duela”. En el cuadro crítico que afrontamos, la política a emplear debe ser la del Ajedrez; el pensamiento táctico debe primar por sobre todas las formas que, sin descartarlas, deberán ocupar un plano inferior.


La Política es una sucesión de hechos concretos, en cada uno de los cuales las circunstancias varían diametralmente. Hay cosas que son semejantes, que pueden dar inspiración, pero igual no es nada. De manera que la experiencia está en comprender la política para ser más sabio en todas las ocasiones, y no pretender aprenderla. Porque sabemos que la sucesión de hechos concretos y diferentes no dan la enseñanza para ninguna ejecución en el futuro”, afirmaba el General en 1971.

Los movimientos tácticos desplegados por el oficialismo han sido, en grandes rasgos, adecuados. Cuando necesitó de la movilización social, tuvo a la gente en la calle; cuando, en cambio, debía optar por la prudencia y la asociación coyuntural con ciertos sectores, obró en consecuencia. Si los objetivos son grandes, se debe procurar contar con un grado de inteligencia política equivalente.


El inconmensurable poderío oligárquico se encuentra en movimiento. Cada paso en falso será bien utilizado. Nosotros debemos hacer lo mismo. El fallido “paro del Campo” debe ser una oportunidad para detener la pelota, recuperar el aliento y seguir con aire renovado hacia el triunfo definitivo. Tarde o temprano, las clases parasitarias deberán ser desplazadas del poder real. Sólo promoviendo la reindustrialización de la Nación y fortaleciendo el poder material y político de las Organizaciones Libres del Pueblo, podremos debilitar a la Oligarquía lo suficiente para asestar un golpe definitivo. En la Argentina, el Pueblo se encuentra decidido a dirigir las riendas de su propio destino; entendemos que el gobierno piensa en la misma dirección. Desaprovechar esta oportunidad histórica no es una opción.





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