Por: CPR | Línea Nacional Popular
Cuando se desconfíe de un compañero, dirigente o sector que ae sume al Campo Nacional, habiendo sido opositor al proceso 2003-2015, hagamos memoria... En todo ese período este ser impío ostentó un rol protagonista.
Ha dicho Perón alguna vez:
"Por aquí han pasado las más diversas tendencias; yo a todas les digo exactamente lo mismo: vean señores, cuando nosotros formamos el Justicialismo vinieron hombres conservadores como el doctor Remorino (era secretario de Julito Roca, así que imagínese, el riñón de la oligarquía) ¡Y fue un gran peronista!, un buen servidor y un gran peronista. Del otro lado vinieron sectores socialistas, como Bramuglia, como Borlenghi, como, en fin, un montón. ¡Y también del comunismo! Y todos esos hombres han demostrado a lo largo de estos años, que han sido buenos peronistas. ¿Por qué vamos a presuponer que un hombre que se incorpora hoy, en vez de haberlo hecho hace veinticinco años va a ser peor que esos que se incorporaron entonces? En ese sentido, el Movimiento Justicialista, para ser realmente justicialista, debe admitir que todos los hombres y mujeres pueden ser buenos, y que todos pueden tener razón, e incorporarlos a servir al Movimiento."
Para un movimiento perseguido, cuya militancia y adherentes -obviamente- también lo son, la desconfianza es una característica desafortunadamente normal. Actúa como autodefensa a las posibles agresiones sorpresivas. Es decir, la desconfianza es reacción natural, como cuando quien ha sido golpeado varias veces por la espalda y ahora anda observando precavidamente hacia atrás cada metro que avanza.
Este visio debe ser superado.
En el movimiento puede discutirse todo. El mismo Alberto Fernández se ha referido a este hecho públicamente:
"Durante años, cuestionaron la existencia de un discurso único, de un Movimiento Político que se movía como un ejercito, que respondían al discurso oficial y nadie se movía de allí. Ahora resulta que cuando yo no quiero que haya un discurso único y que cada uno exprese lo que piensa, dicen: 'ah, entonces tenemos un problema'. ¿Qué quieren? Yo no voy a hacer nada por definir un discurso único. Yo prefiero que se den los debates y que tengamos la libertad de expresarnos como queremos, y hasta de disentir en algunos puntos."
Uno de los flancos débiles del proceso popular 2003-2015 -sobre todo en sus últimos años- ha sido una efectivamente cierta incapacidad por parte de las dirigencias medias de aceptar una apertura política de las grandes discusiones en torno a "lo que falta", es decir, en derredor del Modelo Argentino que debíamos entre todos construir. La ausencia de canales de expresión de grandes sectores nacionales como el Movimiento Obrero y las organizaciones de la Economía Popular horadaron la representación social de la coalición de gobierno, promoviendo involuntariamente la formación de alternativas políticas de escasa y nula envergadura que compitieron en cada comicio contra la fuerza popular mayoritaria.
Mientras el viejo FPV se mantuvo fuerte, dicha situación no representó un problema. Más fue profundamente lesiva en momentos de debilidad. Tal fue una de las causas de la derrota sufrida en 2015 contra un candidato que en las elecciones generales no superó el 34,15% de los votos. En resumen, el problema no fue que Mauricio Macri obtuviera aquel 34%, sino que Daniel Scioli alcanzara tan sólo un 37,8%. Si en ese entonces, Sergio Massa hubiera ido con Scioli, la victoria del frente nacional hubiera sido aplastante. Incluso aún dispensando del acompañamiento del líder del Frente Renovador, si el FPV hubiera logrado ostentar la representación de sectores minoritarios como Libres del Sur, Proyecto Sur y Unidad Popular m, entre otros, la historia pues hubiera sido diferente.
La fortuna por un lado, y el invalorable labor de las Organizaciones Libres del Pueblo en pos de alcanzar la unidad política por el otro, hacen del 2019 un año de avance de las fuerzas nacional populares. Dicho avance -debe reconocerse- no hubiese sido posible a no ser del concurso de prácticamente todos los sectores nacional populares en un mismo frente. Dicha hazaña se alcanzó desde abajo hacia arriba. Fue prácticamente una imposición del Pueblo a sus representantes. Tiempo atrás, Alberto Fernández diría "con CFK no alcanza, sin CFK no se puede". Esta frase sintentizó el rumbo, y todos fueron hacia allí. Nutrido de una base peronista indudablemente mayoritaria, el Frente de Todos no puede ni debe, sin embargo, cerrar el debate a aquellos innumerables sectores políticos y sociales que aceptaron encolumnarse detrás de él.
En este sentido, la labor de CFK primero, acercando al Movimiento Obrero y los Movimientos Populares -de los que se mantuvo alejada en su gobierno-, y de Alberto Fernández después, aglutinando fuerzas políticas hasta entonces alejadas, ha sido un proceso inmensamente virtuoso. En más de una ocasión, la Corriente Federal de Trabajadores de la CGT -cercana a la ex mandataria- ha disentido con algunas posturas de CFK -como cuando en 2017, cerca de las elecciones legislativas, pidió a los sindicatos no movilizar con motivo de la marcha de San Cayetano-, sin necesidad de romper relaciones con el kirchnerismo. Del mismo modo, Alberto Fernández no ha reprimido un sólo debate en campaña, dándose el espacio de disentir con las propuestas que entendía imprudentes.
El rumbo está trazado; el movimiento, bien encaminado. Aprender de los errores pasados y analizar la realidad actual nos dará la cohesión necesaria, no sólo para derrotar electoralmente a la Oligarquía el próximo 27 de octubre, sino también de gobernar lo mejor posible en función del interés nacional, que es el interés del Pueblo.
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