Por: Camilo Porto Rojas | Línea Nacional Popular
Asediado por la anarquía financiera y el debilitamiento de los resortes de control económico del Estado, el gobierno intenta "estabilizar" el caos auto provocado.
Intentando no mencionar la palabra "control", la actual gestión viene desplegando ciertas medidas de control financiero orientadas a regular la anarquía.
Los parches son profundamente inestables y la reacción de los sectores medios de la sociedad, acudiendo en montones a las puertas de los bancos para extraer sus ahorros en moneda extranjera como se ha visto hoy, dan muestras de la desconfianza de los sectores ahorristas frente al gobierno que les prometió precisamente eso: poder ahorrar en moneda extranjera. Dichos sectores, que constituyeron el núcleo central de sustento social del proyecto liberal conservador en los comicios de 2015 y 2017, hoy han perdido toda su confianza frente al partido que prometió representarlos.
Por su parte, los sectores de la producción en su conjunto, castigados por el aumento irrefrenable de las tasas de interés, el incremento de costos producto del precio de la divisa, los múltiples tarifazos y la destrucción del Mercado Interno, requieren un cambio brusco de rumbo económico y lo saben.
En lo que respecta a los sectores populares, hace ya rato comprenden que el gobierno pretende destruirlos.
¿De qué han servido entonces las medidas adoptadas por el oficialismo? En lo que respecta a un hipotético repunte en la imagen del presidente, no han servido para nada. Mucho menos si lo que se ha pretendido es corregir mínimamente el curso del deterioro económico y financiero del país.
Esta observación, que por otra parte puede parecer obvia, debe ser mencionada a fin de despejar dudas y despabilar zonzos. En otros trabajos hemos advertido que la crítica vacía de la militancia hacia las medidas adoptadas por el gobierno en pos de "palear la malaria", aunque absolutamente interesadas y por demás inservibles -jamás lo hemos negado- podrían tener un resultado negativo para las masas hambreadas que han votado precisamente una alternativa que ha prometido protegerlas por sobre otros sectores. Sin embargo, el sentido de la prudencia a la hora de explicar la inutilidad de las medidas paliativas del gobierno no debe nublarnos la visión, haciéndonos creer que con ellas podría traccionar una representación que ya no le pertenece.
A ser claros: nada de lo que pueda hacer el gobierno en materia económica puede torcer su destino electoral. En tanto gobierno de las minorías opulentas, debe responder a ellas y no a las mayorías. De hecho, es precisamente lo que viene haciendo. Sólo el sector agroexportador ha sido beneficiado por el aumento demencial del dólar producido después de la paliza electoral asestada por el Frente de Todos el pasado 11 de agosto, el cual arrojó a la pobreza a un millón de compatriotas y produjo que en aquella semana quebraran cien empresas por día. La transferencia de ingresos del sector productivo hacia las clases opulentas producido en todo el período liberal oligárquico ha batido todos los records. Al tal punto que, de no ser tan trágico el saldo de estos años, la retórica “pro-capitalista” de la coalición Juntos por el Cambio sería hilarante. Los principales resortes de una economía capitalista orientada a la producción y el consumo de masas han sido precisamente las principales víctimas de este régimen extranjerizante. Los únicos ganadores han sido la Oligarquía vernácula, las privadas de Capital extranjero y el Gran Capital Trasnacional. Todo sector por fuera de esta tríada no ha sido invitado en esta “fiesta”. Ya en su ocaso, el sector político más esclarecido de la alianza –al igual que lo hiciera prudentemente Raúl Alfonsín en la antesala del período menemista– pretende dejar “las cuentas en orden” con miras a no sacrificar el partido en el torbellino que se avecina. Otros, en cambio, operan en función de los intereses extranjeros y, por lo tanto, han optado por continuar el desmantelamiento sin mesurar las medidas. En medio, el Pueblo padece hambre, frío y múltiples enfermedades derivadas de una salud física y psicológica sin atención adecuada.
Todo lo demás es meramente simulación.
Lo único que podría hacer el gobierno en este desastre es reactivar el mercado y proceder a la reconstrucción de una industria nacional hoy en caída libre. No lo hará habida cuenta de los intereses que defiende. De hacerlo, esos mismos intereses lo enterrarían sin piedad, precio que pagan los traidores a la Clase Dominante.
En estos momentos, el proyecto liberal conservador se repliega al Puerto, su hogar, donde reconstruir su hegemonía resulta más permeable. El interior profundo, antagonismo histórico del Partido Unitario del que la Unión PRO es heredera, le ha expulsado categóricamente de sus territorios castigados. Sólo en Córdoba ha sabido resistir, aunque se presume que no lo hará por mucho tiempo. La Alianza Cambiemos nació en Buenos Aires. Desde aquí, la vieja ciudad puerto, plataforma del contrabando colonial que favoreció el enriquecimiento de una burguesía comercial sin Patria que nació corrupta, con sus ojos fijos en el Adriático y munida de un desprecio ancestral por todo aquello que fuera americano, es que la Alianza Cambiemos desplegó su influencia perversa a lo largo y ancho del país. Sólo la profunda crisis política del Movimiento Nacional derivada de sus errores y vulnerabilidades irresueltas posibilitó la expansión de las fuerzas antinacionales. Pasados apenas 4 años de gestión, los vestigios de la Confederación Argentina torcieron el rumbo impiadosamente, retomando la hegemonía popular.
El gobierno de Mauricio Macri se encuentra en un laberinto sin salida. Derrotado moral y políticamente, el proyecto liberal oligárquico se encuentra en franco repliegue. Será tarea del Movimiento Nacional avanzar de manera que las fuerzas de la reacción no levanten cabeza.
La tarea inmediata del movimiento debe de ser la confección de un programa de reconstrucción nacional lo suficientemente sólido para salvar la Patria y a sus castigados habitantes.
El tiempo está de nuestro lado; sepamos aprovecharlo.
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