Por: Jorge Rachid
En estos tiempos convulsos, en donde lo electoral se mezcla con las propuestas, predominando lo táctico por sobre lo estratégico, es necesario reflexionar sobre el marco en el cual se da la batalla cultural, que pugna por ocupar el espacio simbólico de la conciencia colectiva del pueblo.
La construcción de la Unidad Nacional Patriótica, gestada en función de reconocer, por parte de la máxima dirigencia del movimiento nacional, que es la Patria la que está en peligro, ante la colonización neoliberal, que de concretarse, sometería a nuestro país, en el mejor de los casos, a ser un Estado asociado a EEUU, al estilo de Puerto Rico.
Entonces, como nos enseñó Rodolfo Kush, debemos “estar situados” en este tiempo, para dar una batalla que tenga la firmeza estratégica de objetivos y la flexibilidad política necesaria, para preservar la unidad, que garantiza masa crítica para ir despojando de neoliberalismo dominante, al escenario nacional. Es que esa cultura ha naturalizado cuestiones impensables, pocos años atrás, como el racismo y el desprecio “por el otro”, en general el pobre, el inmigrante latinoamericano, el desposeído, el humilde y el excluido.
El título refiere entonces en que la gestión sin ideología, que plantean algunos tecnócratas, no modifica las relaciones sociales de poder y es una expresión funcional al planteo neoliberal del manejo CEO del estado, que si tiene ideología pero la oculta, tras una supuesta eficiencia darwiniana, que hace del estado nacional un instrumento de saqueo macro económico, funcional a sus intereses y el de sus mandantes, con su secuela de entrega soberana y dolor social inmenso.
Ideología sin gestión, es la expresión más acabada de los planteos teóricos, en general maximalistas, que no respetan los tiempos y espacios que genera la política, en su devenir de construcción de los modelos sociales y productivos solidarios. Esta situación ha llevado en múltiples ocasiones en la historia a que sectores autodefinidos como populares o de “izquierda”, fuesen funcionales a los planes del enemigo imperial, deteriorando o frenando procesos de avances políticos en la ampliación de derechos y participación popular.
La firmeza estratégica refiere a que los contenidos de los proyectos a largo plazo, deben estar abonados a la propuesta ideológica, que en el caso del peronismo es la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, en una construcción de Justicia Social, Independencia económica y Soberanía Política, con una posición internacional que apuntala el concepto de Patria Grande.
Cualquier decisión táctica en función de la flexibilización política necesaria a la consolidación del movimiento nacional y popular, nunca puede estar en contradicción con los objetivos estratégicos, que significan, ni más ni menos, que ninguna medida puede ser tomada que lesione los intereses del pueblo trabajador.
Estas cuestiones en horas definitorias de la Patria, son volcadas a los fines de que los vientos huracanados de la lucha política, no impidan el pensamiento crítico necesario, que se debe ejercer como militancia responsable, que sacuda los sectarismos y fragmentaciones a las cuales el enemigo, siempre ha apostado y logrado. Eso lo hizo implantando la cultura neoliberal individualista y egoísta, que pretendió dominar por el odio y la meritocracia, que llevan a la sociedad a la diáspora social por exclusión y ajuste.
Despojarnos de la cultura dominante que ha sido impuesta en los últimos 45 años, es una tarea central de la batalla cultural que debe darse en todos los andariveles de la vida nacional, ya que anida en cada uno de nosotros, que ha penetrado como un aire contaminado, imperceptible pero mortal.
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