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NO ESTÁN INVITADOS

Reflexiones a una semana de las elecciones

Por: Camilo Porto Rojas | Línea Nacional Popular


Acérquese al fogón, compañero, que hace frío. Reflexionemos juntos en estas horas de “puta suerte”, donde la euforia colectiva del triunfo del Pueblo se empaña con el sufrimiento de quien en noches como ésta no tiene abrigo, ni fogón, ni un plato de sopa con que ablandar los dedos duros del frío.


La cosa se torna complicada. Más la tranquilidad relativa por el holgado triunfo nos posibilita pensar sin la soga al cuello.


La pava ya está puesta… En la radio… suena un tanguito de la Chicana… pensemos.

La marea inmensa de hombres, mujeres y niños/as que hoy viven en condiciones de miseria aumentan día a día. Tras la derrota electoral del pasado domingo a manos del peronismo, el Modelo Oligárquico entró en crisis terminal. El aumento desmedido del dólar ha pulverizado el poder adquisitivo de la población. La remarcación descontrolada de precios ha llevado a la alimentación diaria a ser un privilegio de pocos. Paralelamente, el ejército de desocupados aumenta cada hora. Según un informe de la Asociación de Empresarios Nacionales, desde el llamado "Lunes Negro", alrededor de 100 empresas cierran por día. En la última semana, el flujo de capitales fugados al exterior supera todo límite. Por su parte, el mercado interno –aunque persistente gracias a la acción sindical desplegada durante todo el período oligárquico – se encuentra profundamente pauperizado. La inflación descontrolada, los impagables costos de los servicios públicos y el atraso criminal del salario tanto en el sector formal como informal de la Clase Trabajadora han detonado el consumo de las masas, afectando gravemente la economía de la Nación.


Días antes de los comicios, el INDEC –que ¡ojo!... ahora sí “es confiable”– declaró que prácticamente la mitad de los niños y niñas del país son pobres; casi el 12%, indigentes. Tamaño crimen, acaso el más infame que pudiera cometer gobierno alguno, no fue perdonado. Sin embargo, las voces oficiales aparentan sorpresa ante el “sopapo” que el Pueblo les pegó en las PASO.


Tal es la pavorosa situación, descripta en forma sumamente sintética, en que el experimento oligárquico ha dejado al país. Tal será la “pesada herencia” que el Movimiento Nacional deberá encarar a partir del 10 de diciembre.


A una semana de la arrolladora victoria del Frente de Todos, sienta bien un buen mate y un cigarro para ponerse a pensar. El fresco no ha perdido agresividad. Sin embargo, brisa agradable del Sur de la Ciudad Puerto –donde dicho sea de paso ganó el Pueblo–, hace propicio el espacio para reflexionar.


Hemos afirmado que el elemento económico no ha sido el único para explicar la derrota del modelo oligárquico. Más es preciso afirmar que éste ha sido decisivo. La política económica de la Alianza Cambiemos no ha sido neoliberal; ha sido estrictamente oligárquica. A pesar de existir un nexo entre ambas doctrinas, la diferencia sustancial se observa en los beneficiarios de cada modelo: mientras el primero admite concesiones circunstanciales a ciertos sectores de la economía nacional, el segundo sólo admite a una Clase como usufructuaria de la riqueza de la Nación, la Oligarquía Pampeana. La incorporación de ciertas estructuras sociales de la comunidad nacional (sectores del empresariado local, determinadas franjas sociales de mayor poder adquisitivo, estructuras políticas afines, fracciones religiosas, etc.) a determinado proyecto posibilita su proyección en el tiempo a partir de la construcción de hegemonía. Por tal motivo, el modelo neoliberal iniciado con el golpe cívico militar de 1976 pudo sobrevivir tras el retorno del orden democrático y extenderse hasta el año 2001. En cambio, el modelo oligárquico, por la composición de sus intereses sociales, culturales y políticos, no admite la incorporación de ningún otro sector por fuera de su Clase; requiere sólo de una estructura dirigente para administrar su red infernal de intereses burocráticos, financieros e internacionales.


Los conceptos vertidos podrán comprobarse en los hechos del pasado lunes 12, cuando el shock económico dejó al sistema capitalista argentino rendido ante el único sector que quedó en pie, más enriquecido y con un inconmensurable poderío material: la Oligarquía agroexportadora.


Para la Oligarquía vernácula, la experiencia macrista ha sido una verdadera fiesta, como aquellas que daba tan notable Clase en tiempos de la Generación del 80’, donde sólo se admitía el ingreso de la progenie acaudalada, de apellidos nobles, intelectuales adeptos y de funcionarios públicos serviles a los intereses de “sus señores”.


Nadie ha sido invitado a la fiesta oligárquica. Los últimos tres años y ocho meses han consolidado como nunca desde la primera mitad del siglo pasado la potencia material de los sectores agroexportadores. Revisando las medidas económicas tomadas por el actual gobierno podrá comprobarse que todas y cada una de ellas se han ejecutado en función de transferir la enorme riqueza acumulada durante doce años por la Clase Trabajadora y la Burguesía Nacional hacia las arcas infinitas de la opulenta y ubérrima oligarquía argentina. Suele caerse en charlas compañeras en el punto común de la indignación ante el funcionario enriquecido. Nada más estéril. Sólo migajas –aunque para el trabajador sea la fortuna de su vida– han podido rapiñar las infames manos de quienes, a sueldo extraordinario, han sido meros “administradores” de los designios de una clase que ha sabido –y sabe– permanecer entre las sombras. Los datos son categóricos: ningún sector, sino los dueños de la tierra y las vacas, ha disfrutado de las vendimias de la recolonización de la Argentina.


El problema comienza a hacerse manifiesto: la tragedia social supera todo límite. Analizando los hechos acontecidos desde la derrota del modelo oligárquico podremos observar cómo desde aquel día, los índices de pobreza, indigencia y deterioro del Mercado Interno se elevan a cada hora. En este sentido, se presenta dificultoso imaginar un escenario de recomposición acelerada del tejido social en el próximo gobierno. El hecho –aunque no haya sido juzgado– se hace evidente: la corrida cambiaria y el shock financiero del lunes 12 ha sido el castigo ejecutado por el gobierno gorila contra el Pueblo por atreverse a cuestionar con su voto el rumbo de la factoría pampeana: el presidente dijo “aguanten” y el Pueblo le contestó “no aguantamos más”. Esta actitud criminal ha tenido como resultado una sangría social incontenible. En este contexto, la tentación de la movilización social con miras a acortar el proceso electoral surge con fuerza entre los sectores castigados. Las medidas anunciadas por el gobierno tras “los exabruptos del presidente” resultan atemporales e insuficientes. La Comunidad clama por un cambio de rumbo inmediato.


¿Qué hacer?


Prácticamente el 80% de la Nación ha sido excluida de la fiesta oligárquica y ahora quiere ingresar a ella como sea. Frente a esta necesidad imperiosa del Pueblo de acabar con su sufrimiento, la Dirigencia Popular (política y sindical) ha obrado con prudencia: toda movilización social, en este contexto, podría resultar regresiva en lo que respecta al proceso de avance político de las masas. La decisión es coherente. A lo largo de nuestra historia, la Oligarquía ha sabido cómo utilizar la potencia de sus adversarios en beneficio de sus mezquinos intereses. A través de operaciones de inteligencia de envergadura, ha transformado gloriosas experiencias populares en duras y frustrantes derrotas.

Decía el pensador Arturo Jauretche en un breve artículo de 1957: “Creer y confiar en soluciones catastróficas, originadas en el resultado de la política económica (…) es trabajar a favor de ella aunque los propósitos sean inversos. (…) No hay revoluciones originnadas en el avance de la miseria: esta sucita solo estallidos inorgánicos, actos de desesperación, cuando los pueblos llegan al límite vital de su resistencia: son las ‘jacqueries’ que las fuerzas opresoras ahogan en sangre en la matanza de las masas inermes, que oponen hoces y enastan tijeras de tusar en las tacuaras, ante las armas de repetición y los cañones”.


Las cartas están echadas y el juego augura un final beneficioso para las y los argentinos. Emplear la potencia de la desesperación en función de acelerar un desenlace ya escrito es absolutamente innecesario y por demás riesgosos: la responsabilidad de la trágica muerte de hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños a manos de la represión brutal de un gobierno en franca retirada podría ser cargada sobre las espaldas de la dirigencia nacional popular, lesionando la representación social de las fuerzas nacional populares, habiendo pagando por ello el amargo precio de vidas humanas.


Sin embargo, la carestía de la vida hace imposible contener el descontento. ¿Se puede acaso solicitar prudencia a las panzas vacías? Los sectores medios, aunque despojados de capacidad alguna de ahorros y obligados a ajustar su estilo de vida al límite, poseen la capacidad de tolerar dos meses más. Los pobres no. En tal sentido, la contención del estallido se hace complejo, y su mera enunciación, infantil. Sólo la extraordinaria acción sindical y social de las Organizaciones Libres del Pueblo ha impedido que en este período nefasto el país haya retrocedido a 1853 –objetivo inconfesable de la Alianza Cambiemos–. Una retirada absoluta del Pueblo organizado en las calles no sólo permitiría a la Oligarquía dejar tierra arrasada tras de sí, sino que vulneraría la representación alcanzada por el Frente Nacional tras casi cuatro años de resistencia heroica. La victoria por casi el 48% del pasado 11 de agosto no sólo demostró la potencia electoral del peronismo, sino también la aceptación por parte de la comunidad nacional del accionar sindical de las Organizaciones Libres del Pueblo, hasta entonces cuestionada y hasta declarada por ciertos sectores como “pianta votos”. El concurso de la Clase Trabajadora en la campaña y en las listas del Frente de Todos/as hace de esta fuerza social y el partido del Pueblo una unidad indivisible a los ojos de todos. Por lo tanto, la victoria del Peronismo ha significado también la victoria del Pueblo organizado, la victoria de un modelo de comunidad activa, preocupada y participante de las decisiones en torno al devenir de la Nación. Resulta entonces claro que sin intervención del Pueblo, Alberto Fernández recibirá un país mucho, pero mucho más injusto, empobrecido y hambreado que el que existe actualmente.


Volviendo al interrogante vertido párrafos arriba, y a modo de conclusión, resulta imperioso encontrar un punto intermedio entre el “no marchen” y el “salgamos a echarlos”. Sin el concurso activo de las organizaciones del Pueblo, la situación para el 10 de diciembre será inmensamente peor que el actual cuadro de situación. Asimismo, la acción inorgánica de las masas podría actuar como resorte, golpeando al Pueblo y posibilitando un daño aún mayor en perjuicio de sus intereses.


La armonización de estos dos factores debe ser una de las principales discusiones que deberemos darnos al interior del Campo Nacional Popular de cara a los próximos meses.


¿Cómo actuar? Como ha sido durante todo el período de gobierno de la Alianza


Cambiemos, las Organizaciones Libres del Pueblo le llevan la delantera a la Rama Política: golpear donde y cuando sea necesario. La última semana, la Confederación de Trabajadores/as de la Economía Popular decidió una gran Jornada Nacional de Lucha para el 28 de agosto bajo las siguientes consignas: 1) El mismo bono de $2000 que se anunció para el sector formal debe otorgarse a la Economía Popular; 2) Cese de las suspensiones de los programas laborales; 3) Ley de Emergencia Alimentaria y prórroga de la Emergencia Social; 4) Aumento para las jubilaciones y pensiones mínimas; 5) Aumento del Salario Social Complementario en la misma proporción que el salario mínimo, vital y móvil, en un 50%. La convocatoria al sector de la Economía Popular al Consejo del Salario; 6) Aumento del 40 % de las partidas para meriendas y almuerzo de los comedores. Paralelamente, la Central de Trabajadores/as de la Argentina (CTA) reunida en sus instancias orgánicas, criticó por insuficientes las medidas “de emergencia” adoptadas por el gobierno de Cambiemos y señaló la necesidad de tomar medidas organizadas en pos de frenar la sangría social producida por el gobierno. Por su parte, en el marco de la Reunión del Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil convocada para este jueves, la Confederación General del Trabajo (CGT) anunció a través de sus máximos representantes que exigirá al gobierno un Salario Mínimo de 31 mil pesos, en tanto “lo menos que tiene que ganar un trabajador es una canasta básica de alimentos” (C. Acuña).


Las horas que vive el Pueblo argentino son profundamente angustiantes. Frente a tal escenario sostenemos que debe primar el pensamiento por sobre toda emoción. En tal sentido, la acción táctica sostenida entre la prudencia política y la movilización social es el camino.


Por lo demás, falta poco…


Cuando la fiesta de los “copetudos” concluya, comenzará la celebración del Pueblo.


Demasiado sudor, sangre y lágrimas habrá derramado para tolerar en su fiesta el concurso de seres ajenos a sus anhelos de justicia y libertad. Ellos no están invitados. Deberán quedar relegados en el ostracismo que merecen. Del mayor número de aciertos que obtengamos en estos últimos meses de sufrimiento y dolor se levantarán los cimientos de una nueva y gloriosa Nación. Debemos permanecer alertas y en movimiento. Así se alcanzó el triunfo del 11 de agosto, así comenzará la fiesta del Pueblo.



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