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INDUSTRIALISMO Y CULTURA

Por: Camilo Porto Rojas | Línea Nacional Popular



"El universo entero es una fábrica. Todo trabaja en él. Desde lo inanimado a lo animado. ¿Animado por qué? por el trabajo.


En esa mole inmensa de piedra sideral que es la montaña vive el trabajo infatigable, inmenso, que se esconde en su seno por los siglos.


En el árbol ya muerto, sigue el trabajo silencioso, lento, para dar esa piedra del carbón, que puede culminar en el diamante a fuerza de trabajo y de milenios. Así se cierra el ciclo: desde la flor al árbol, del árbol al carbón, del carbón al diamante, que es la flor del esfuerzo continuado.


La vida es el trabajo más perfecto. En ella hay armonía y democracia. En cada ser vivo hay una conjugación de células distintas, equilibrio social, jerarquía de funciones para el mejor vivir de todo el grupo. Imitemos la fábrica del mundo. Espejemos la vida de los hombres en la sabia natura.


El sol trabaja fuerte. De su trabajo provienen el calor y la luz, toda energía que da a la vida su savia milagrosa. La tierra, con su esfuerzo permanente trabaja, se fatiga y se renueva.


Trabajar es vivir, transformar energías, repetir la labor del universo: de la flor al diamante, del trabajo al amor, del amor a la vida, a la vida del niño, que es la eterna esperanza de los hombres".


JUAN DOMINGO PERÓN – 1 de Mayo de 1948


Decía el pensador nacional Juan José Hernández Arregui que "sin industrialización no hay independencia económica, base de la soberanía nacional. Y sin soberanía nacional no hay independencia cultural. (...) Toda industrialización es un intento consciente del país que ejecuta para alcanzar la plena soberanía".


En tal sentido, DES-INDUSTRIALIZAR es DES-NACIONALIZAR.


Uno de los grandes contrastes entre el ciclo 2003-2015 y el proceso oligárquico iniciado aquel fatídico 10 de diciembre de 2015 ha sido precisamente la política industrial que cada cual ha promovido.


El gobierno popular de los Kirchner impulsó en sus doce años de gestión un virtuoso e histórico proceso de reindustrialización de la Nación. Con éste, la tecnificación y crecimiento de la Clase Trabajadora marcó récords inéditos desde el primer peronismo. La necesidad del desarrollo industrial acarreó en simultaneo el impulso del desarrollo científico tecnológico del país y de un sistema energético soberano capaz de satisfacer la demanda de una producción en franco crecimiento. La decisión política de industrializar el país fue, en síntesis, la decisión de liberar a la Nación de las relaciones de dependencia que la convirtieron, décadas atrás, en un verdadero enclave colonial disimulado del Gran Capital Financiero. De esta manera, la Argentina sentó las bases de un desarrollo capitalista autónomo en vías de alcanzar su independencia económica.


En cuanto al período liberal oligárquico 2016 - 2019, el proceso fue exactamente al inverso.


Según la Unión Industrial Argentina -aliada del gobierno- la Industria cayó en estos tres años y medio al rededor del 9%. Esta cifra, que a las luces pareciera un simple número, se traduce en decenas y decenas de grandes fábricas cerradas, miles de PyMEs en quiebra, cientos de puestos de trabajo perdidos en la interminable marea de desocupados que luchan por sostener su dignidad en las calles, en la toma de establecimientos, en el combate cotidiano contra la pobreza que acecha en cada esquina.


La industrialización del país es la insubordinación fundante de la liberación nacional que nuestro Pueblo necesita. Su concreción constituiría una herida de muerte para el eje del atraso histórico de la Argentina: su Oligarquía nativa.


En las Comunidades Nacionales, el origen del Poder depende de la organización de los valores materiales y espirituales dentro del sistema económico y social imperante. En Inglaterra, por ejemplo, el inmenso y acelerado proceso de desarrollo capitalista en los siglos pasados -que posibilitó, posteriormente la expansión imperialista de esta nación-, permitió a la burguesía imponer la supremacía de la industria por sobre todo modelo de producción pasado, colocando a esta clase social por encima del conjunto de las clases existentes en ese entonces. De esta forma, la propiedad de los medios de producción capitalistas se impuso al sistema de poderes derivado del arcaico sistema feudal de la propiedad de la tierra. El principio constituyente del poder pasó de la "tenencia de tierras" a la propiedad de los modernos medios de producción capitalista. Fue así -con diferencias y matices en su desarrollo histórico- que el capitalismo se impuso en la inmensa mayoría de los países europeos.


En la Argentina, las relaciones de poder se establecieron de otra manera. La derrota de la última trinchera nacional del federalismo en Pavón a manos del mitrísmo permitió a la Oligarquía -clase propietaria de las tierras más fértiles del planeta- sentar las bases del neocolonialismo ingles en nuestras tierras, anclado en una economía primaria y exportadora.


De esta forma, la propiedad de la tierra en nuestro país de erigió en el principal núcleo de poder material y simbólico. El modelo agro-exportador que condenaría al país a la primarización crónica de su economía sería el principal soporte de la sociedad semi-colonial, nutriría sus fundamentos culturales, alimentaría su filosofía y configuraría una comunidad nacional esclava de las necesidades de los imperialismos de turno.


Todo proyecto -por módico que fuera- que instara al desarrollo industrial constituiría una amenaza constante para los pilares de la sociedad oligárquica, quien actuaría en consecuencia, neutralizándolo con la crueldad que la caracteriza. Así fue, hasta nuestros días. Para ello, la inteligencia mitrista configuró un sistema político amoldado a las necesidades de la factoría pampeana. Como en todo el mundo, habría "izquierdas" y "derechas", "progresistas" y "conservadores", "nacionalistas" y "cosmopolitas". Todos hijos del mismo padre, todos "hijos sanos" del monocultivo y el librecambismo. Los socialistas oirán en el "Libre Comercio" el cantar del internacionalismo; los comunistas encontrarán en los caudillos federales y las montoneras gauchas al "enemigo anti-histórico" del progreso capitalista, antesala necesaria del socialismo proletario; los nacionalistas verán en "el Campo" al principio fundante de "la nacionalidad" y en la "fábrica moderna" un elemento lesivo para los valores de la tierra heredados de sociedad colonial hispánica; los anarquistas, hijos y nietos del corporativismo feudal, jurados enemigos del "Estado Burgués" y de las formas de "Explotación Capitalista", combatirán al "sistema opresor" y sus instituciones sin tocar la matriz del poder oligárquico y sin comprender que éste era también enemigo de la Industria y sus derivados.


El desarrollo material de una nación configura un determinado tipo de sociedad. A través de sus instituciones, impone valores, formas determinadas de comprender el mundo, necesidades específicas, jerarquías sociales, formas estéticas, expresiones artísticas, etc.


Cuando el modelo económico entra en crisis, dichos valores concatenados hacen reacción.


El conjunto de las formas culturales se ponen en duda. Algunas resisten a la oleada; otras quedan enterradas por el cismo y dejan paso a las nuevas estructuras. Fue el Peronismo quien quebró los fundamentos del orden oligárquico para siempre, sentando las bases de un proceso industrial progresivo y engendrando un poderoso proletariado nacional organizado que, dependiente de dicho proceso, defendería la Argentina industrial con su cuerpo y sus ideas. Nada fue igual después de aquel 17 de octubre de 1945. Fueron necesarios bombardeos, levantamientos militares, cruentas matanzas, infernales torturas, decenas de miles de desapariciones para poder desarmar la poderosa industria nacional forjada entre 1943 y 1955. Sólo entonces, debilitada la organización obrera y amedrentado el Pueblo, los enemigos del Pueblo pudieron desmantelar la industria, y con ella, nuestra soberanía. Sin embargo, la existencia misma del proceso político nacional popular 2003-2015 demostró que la hegemonía de la Factoría Pampeana era relativa. Las bases de la Nación Industrial Soberana construidas por la Revolución Justicialista no habían sido removidas, sino más bien invisibilizadas momentáneamente. Ante el más mínimo estímulo, reaccionaron y se erigieron nuevamente en alternativa de poder. El Pueblo resistió durante 27 años; primero, frente a la Dictadura neoliberal; después, frente a la Democracia neoliberal. Casi tres décadas de resistencia demostraron que los hijos/as y nietos/as del 17 de octubre no podrían ser subsumidos, ni aún eliminándolos.


Así fue, y así ha sido durante los últimos tres años y medio de políticas de destrucción masiva del aparato productivo. Los infernales tarifazos, la suba indiscriminada de costos, el "cepo" al crédito, el aumento desmedido de las "tasas de interés", la apertura indiscriminada de importaciones y demás políticas llevadas adelante por la gestión de la Alianza Cambiemos han horadado severamente el tejido productivo de nuestra nación. Sin embargo, a pesar de las miles de fábricas en quiebra, a pesar de los cientos y cientos de talleres cerrados, a pesar de la inconmensurable cantidad de familias que se han quedado sin trabajo, el Movimiento Obrero, la Clase Trabajadora organizada ha dado batalla palmo a palmo contra la Oligarquía, impidiendo que el daño fuera permanente. La Industria, pedestal de nuestra Soberanía Nacional, se encuentra íntimamente ligada al proletariado nacional organizado en tanto su existencia como Clase depende del desarrollo industrial soberano. Su fortaleza organizativa y numérica está íntimamente relacionada a la capacidad industrial del país. Por tal motivo, la Clase Trabajadora organizada encuentra en el proyecto agroexportador de la Oligarquía Pampeana su anacronismo histórico. Ha sido esta clase, y no la cobarde y titubeante burguesía vernácula, quien ha promovido junto al Estado y al Ejército (en sus momentos más virtuosos) el desarrollo productivo nacional frente al parasitismo rentístico de la Oligarquía.


La Oligarquía nativa “es” en tanto prevalezcan sólidos los cimientos de la producción primaria. La instauración de un sistema Capitalista Nacional autónomo detonaría los pilares del viejo orden que los ha entronizado como casta directora para-estatal y que ha condenado a la Nación a la a-historicidad. Desde los albores de nuestra Patria, han destruido todo intento de proyecto nacional.


La misteriosa muerte de Mariano Moreno, símbolo del jacobinismo revolucionario de las jornadas de Mayo; la guerra sin cuartel contra José G. Artigas, arquitecto del federalismo; el golpe artero contra la Confederación Argentina de Juan Manuel de Rosas en Caseros y, posteriormente, la batalla de Pavón que terminó con los últimos vestigios de la resistencia criolla; los procesos totalitarios del 30’, del 55’ y el 76’… Todo ha sido ejecutado por la misma mano perversa. La misma que hoy conduce los destinos de la Argentina dependiente. El hondo drama que aqueja a la Argentina no es otro que su propia Oligarquía. Su obsesión crónica con el aniquilamiento del Peronismo no es otra cosa que la respuesta racional de una Clase Dominante consiente de su propia finitud. La persistencia de las banderas del peronismo, que son las banderas de la Nación libre, justa y soberana, representa un riesgo constante para sus ociosos privilegios. Las nociones de justicia, de insubordinación y de grandeza del Pueblo argentino son tan sólidas que ni los paredones de fusilamiento, ni los centros clandestinos de detención ni las actuales formas de persecución mediática y judicial han podido borrar.


El próximo proceso nacional popular encontrará una nación devastada. La acción destructiva del gobierno de la Alianza Cambiemos ha conducido ha dejado al país en manos de los grandes monopolios trasnacionales y del Gran Capital Financiero, hoy celosos conductores de los destinos de la Nación. El deterioro se asemeja a una economía de posguerra. Los capitales extranjeros han fugado millones y millones de los bolsillos del Pueblo, no dejando más que tierra arrasada. El verdadero rostro del “Libre Mercado” puede observarse con claridad en las decenas de miles de pequeñas y medianas industrias que debieron cerrar sus puertas, dejando a cientos y cientos de trabajadores y trabajadoras sin ingresos con que sostener a sus familias. La apertura de importaciones, sumado a los múltiples tarifazos en el servicio energético y el combustible, a la restricción crediticia y al aumento desmesurado de las tasas de interés han pulverizado a la empresa nativa cuya producción, por otra parte, no encuentra eco en un Mercado Interno severamente castigado por la carestía de la vida.


Acarreado al deterioro económico, se ha intentado instaurar en la población una profunda cultura de dominación con el fin de desarticular los andamiajes heredados de la Argentina Industrial; primero, señalando el carácter “ilusorio” del proceso de desarrollo e inclusión social 2003-2015; después, señalando que el conjunto de los problemas que padece la Argentina comenzaron “hace 70 años”, es decir, en aquel 17 de octubre de 1945. En este sentido, la dura realidad social y económica que padece la comunidad no se debería al liberalismo económico, doctrina oficial de la Alianza Cambiemos, sino a la “pesada herencia” del Populismo industrialista, quien habría “dilapidado” las reservas del país en pos de una “falsa prosperidad”.


Las voces nobles del oficialismo continúan solicitándole al Pueblo y su empresariado más y más sacrificios. Insisten en que “hay que pasar el invierno”, cuando saben precisamente que éste invierno se ha llevado más vidas que en los últimos tres años. Continúan en la obstinación de solicitarle a la Población la “racionalización” del consumo de luz, de gas, de agua y hay hasta quien se atreve a exigir “comer menos veces al día” sin sentir vergüenza alguna. En paralelo, el candidato a vicepresidente, Miguel Pichetto declara muy campante que “el verdadero camino para crecer es el Modelo Capitalista”, afirmando a su vez que este es un tema que “no se discute más en el mundo”. ¿Qué modelo Capitalista quiere ofrecerle el Frente Juntos por el Cambio a la Argentina? ¿Un capitalismo sin industria autónoma? ¿Un capitalismo sin fábricas nacionales? ¿Un capitalismo sin trabajadores y trabajadoras que consuman los bienes y servicios que se producen? La respuesta sale a las luces: el único Capitalismo que pretende el gobierno que impere en la Argentina es el Capitalismo Foráneo, donde los únicos bienes y servicios que circulen sean importados, donde los únicos consumidores sean aquellos con la capacidad material suficiente para vivir de la Renta, donde el único rol del Estado sea el de contener al descarte con las armas y el de firmar los actos administrativos orientados a la descapitalización del país. En fin, un país de pocos y para pocos. El país soñado por la Burguesía Porteña y la Oligarquía Pampeana desde 1810: un protectorado ilustre del Imperialismo Financiero.


Tal es la amarga realidad que deberemos enfrentar en unidad. El concurso del Pueblo en la nueva etapa nacional popular no será un Derecho; será el deber de cada compatriota involucrarse, dar más de lo que sus fuerzas le permitan en pos de la reconstrucción y definitiva liberación del país de las garras del atraso histórico que significa nuestra Oligarquía y sus pregoneros ya que "no es el latifundio, explotado en escala capitalista y con medida de su extensión, es el Régimen Jurídico del latifundio, la propiedad territorial en pocas manos, que además frena la industrialización, el mal que hay que extirpar". (J.J.H.A. – La Formación de la Conciencia Nacional).


Solo el desarrollo industrial nos dará las herramientas de la verdadera libertad. Hasta entonces, permaneceremos en un combate eterno contra un enemigo potencialmente superior en términos materiales. Con la industrialización de la Nación, torceremos el destino de dependencia que las ideas perversas de los enemigos del Pueblo han impuesto a sangre y fuego, para gozar mancomunadamente de una soberanía real y duradera.


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