Adentrémonos un poco en las letras malditas.
En un tiempo en el que se critica tanto las deformaciones de la sacra lengua española, cabe recordar el lenguaje anárquico y "malhablado" de nuestra obra cumbre, acaso la creación literaria más importante del continente americano, Martín Fierro.
Escrita en lenguaje "Gauchesco", la lengua de "los bárbaros" de esta tierra, Martín Fierro representa en la Argentina, lo que el "Cantar de Mío Cid" para la vieja España castellana. En el se relatan las consecuencias del imperio de la violencia genocida de la oligarquía gobernante y su guerra activa por subordinar los últimos vestigios de la obstinada raza gaucha, otrora heroica clase nacional dispuesta a defender la Patria contra los enemigos de afuera y los enemigos de adentro.
La sangre derramada en las "guerras de policía" del genocida Bartolomé Mitre y el imperio del terror sarmientino aún seguía tibia en la memoria de los hijos de la resistencia federal al despotismo unitario que a medida que mataba reescribía la historia según su conveniencia. Nada quedaría en los textos de los degüellos, ejecuciones y torturas que el "gobierno central" desplegó por todo el territorio, aniquilando al criollaje insurgente de nuestras provincias. Los hijos de aquella raza bravía e insubordinada aprenderían en las escuelas del "padre del aula" a pagar las culpas de los pecados de sus padres montoneros. Los resabios de aquella clase indómita serán enviados por el gobierno a morir en la guerra contra el indio. Aquellos sobrevivientes serán congratulados por el Estado, recibiendo como pago por sus servicios tierras que no podrán explotar y que venderán por hambre a precio vil a los actuales dueños de las mismas.
En tal contexto, José Hernández escribe el poema a Martín Fierro, descripción poética de la vida horrorosa que las clases dominantes obligarán a los gauchos a sobrellevar por portación de rostro, por portación de piel y por pertenencia de clase, en un momento de retroceso infernal de las luchas populares por la liberación nacional. La Oligarquía fundaba la Nación Oligárquica. Las lanzas montoneras habían sido exterminadas. Sólo la sombra de lo que una vez fue la gran Confederación Argentina aún sobrevivía en la poética gauchesca.
Presentamos aquí un pequeño extracto del Canto VIII en el que se podrá apreciar con precisión la violencia de un Estado perverso contra el "descarte" de aquellas épocas. El mismo "descarte" al que son condenados los trabajadores y trabajadoras de la Economía Popular de estos días. Hay quien ha dicho que las Montoneras eran los "sindicatos" de los gauchos de aquel entonces. Pensamos que en este siglo, en esta etapa autodestructiva del sistema capitalista en su etapa neoliberal, son las organizaciones de la Economía Popular aquellas que mejor representan aquellas viejas estructuras de organización plebeya de aquellos hombres y mujeres que hace ya casi dos siglos luchaban por su suelo, como hoy luchan los y las pobres de esta tierra castigada por techo, tierra y trabajo. La Economía Popular es la base angular de la organización plebeya, libre de toda atadura; sin patrón, por elección del propio sistema que ha descatado a estas millones de almas, hombres y mujeres del Pueblo, que han decidido forjar por medio de sus organizaciones su propio destino.
Creemos que estos versos, llenos de angustia y desidia por un Estado asesino, se entrelazan con las vidas de Rodolfo Orellana, de Márcos Soria, y de tantas y tantos militantes de estas organizaciones, asesinados y asesinadas por su pertenencia de Clase, su imbricancia en lo autóctono y el nuevo mundo que crean con sus manos y sus ideas.
"El anda siempre juyendo,
siempre pobre y perseguido,
no tiene cueva ni nido
como si juera maldito;
porque el ser gaucho, ¡barajo!,
el ser gaucho es un delito.
Es como el patrio de posta;
lo larga éste, aquél lo toma,
nunca se acaba la broma;
dende chico se parece
al arbolito que crece
desamparao en la loma.
Le echan la agua del bautismo
aquél que nació en la selva;
busca madre que te envuelva,
le dice el fraire y lo larga.
Y dentra a cruzar el mundo
como burro con la carga.
Y se cría viviendo al viento
como oveja sin trasquila;
mientras su padre en las filas
anda sirviendo al gobierno,
aunque tirite en invierno,
naides lo ampara ni asila.
Le llaman gaucho mamao
si lo pillan divertido,
y que es mal entretenido
si en un baile lo sorprienden;
hace mal si se defiende
y si no, se ve... fundido.
No tiene hijos ni mujer,
ni amigos ni protetores,
pues todos son sus señores
sin que ninguno lo ampare:
tiene la suerte del güey,
y ¿dónde irá el güey que no are?
Su casa es el pajonal,
su guarida es el desierto;
y si de hambre medio muerto
le echa el lazo a algún mamón,
lo persiguen como a plaito,
porque es un gaucho ladrón.
Y si de un golpe por ahí
lo dan güelta panza arriba,
no hay un alma compasiva
que le rece una oración;
tal vez como cimarrón
en una cueva lo tiran.
Él nada gana en la paz
y es el primero en la guerra;
no le perdonan si yerra,
que no saben perdonar,
porque el gaucho en esta tierra
sólo sirve pa votar.
Para él son los calabozos,
para él las duras prisiones,
en su boca no hay razones
aunque la razón le sobre;
que son campanas de palo
las razones de los pobres.
Si uno aguanta, es gaucho bruto;
si no aguanta es gaucho malo.
¡Dele azote, dele palo,
porque es lo que él necesita!
De todo el que nació gaucho
ésta es la suerte maldita.
Vamos suerte, vamos juntos
dende que juntos nacimos;
y ya que juntos vivimos
sin podernos dividir
yo abriré con mi cuchillo
el camino pa' seguir."
*Camilo Porto Rojas | Línea Nacional Popular
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