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EN LA ARGENTINA... ¿SE LUCHA?

Actualizado: 8 mar 2019

La obstinación dañina de creerse minoría


Camilo Porto Rojas | Linea Nacional Popular



El interrogante anunciado en es la título no es una pregunta recurrente en las charlas entre compañeros y compañeras. Todo el mundo pareciera tener la respuesta.


Sin embargo, existen grandes disidencias en derredor del tema en cuestión.


El lector se verá interpelado por la pregunta del título del presente apartado. Es altamente probable que en discusiones entre compañeros y compañeras, en el bar, en la unidad básica o en el trabajo, haya existido alguna vez un cruce entre quienes piensan que la lucha se vive en las calles todos los días y quienes por el contrario opinen que nada de lo que se ha hecho hasta ahora ha sido suficiente.


Observemos dos ejemplos:


Si se asiste a una asamblea de trabajadores y se arroja dicho interrogante sobre la mesa, la respuesta mayoritaria será que SI: hay resistencia al modelo conservador y dicha resistencia se corporiza en la Clase Trabajadora y sus organizaciones sindicales. Acto seguido, se escucharán diagnósticos, preocupaciones, acusaciones hacia la dirigencia y reproches a la clase política por no acompañar las luchas obreras. Surgirá la necesidad de un programa y un plan de lucha y el imperativo de alcanzar mayores grados de unidad y organización entre las distintas facciones sindicales. Más estos planteos no nublarán la autopercepción de ésta asamblea obrera de ser parte actora y artífice de la lucha en defensa propia y por el conjunto de su clase: se discute sobre cómo mejorar la organización para luchar y vencer, no sobre la necesidad de luchar en tanto ésta práctica es un hecho práctico y cotidiano.


Por el contrario, si la pregunta se plantea en una mesa de sectores medios asalariados no sindicalizados (o sindicalizados escépticos de la acción gremial), la respuesta será un rotundo y contundente NO. A continuación escucharán reproches a varios sectores, fundamentalmente hacia “los sindicatos” (CGT, CTA, CTEP) que deberían “poner la fecha” del próximo Paro, “adelantar la fecha” de la huelga declarada, “salir a la calle” como lo hacían contra el gobierno anterior al que “le paraban por cualquier cosa”. Por otra parte, y refiriéndose específicamente a los movimientos sociales (los pobres) que, por su condición crítica dentro del modelo de acumulación oligárquico, deberían “pudrirla”. Estarán presentes también los diagnósticos sin rigor técnico ni estadístico acerca de “lo que piensa la gente”, que “nadie reacciona” aunque le toquen el bolsillo y de la buena salud que goza la imagen del presidente, por lo que “van a volver a ganar”. No faltará el convencimiento cuasi mesiánico de que “los pobres lo votaron”, que “todavía no se dan cuenta”, o peor, “les gusta que los exploten” y que por tanto “se merecerían que estos tipos se queden 20 años” para que “se den cuenta”.


Vamos llegando a la carnadura:


¿Cuál de las dos verdades responde mejor a la realidad? ¿Se lucha en la Argentina? ¿Existe realmente resistencia al modelo oligárquico? ¿Son los argentinos un pueblo sumiso?


Desde la lente del observador podrán surgir un sinnúmero de objeciones para con las organizaciones libres del pueblo. Muchas de ellas, orientadas por sinceras intenciones de superar prácticas vetustas y viejas mañas que tanto mal le han hecho a las organizaciones populares, alejándolas de su base de representación e, innecesariamente, de otros sectores de la vida nacional que bien pueden ser aliados estratégicos en la lucha.


Más desde el cuerpo, la inteligencia práctica y el espíritu de quienes estamos en la calle, la respuesta al interrogante inicial es contundente e innegable: HAY RESISTENCIA al gobierno liberal conservador y esa resistencia tiene nombre y apellido: la Clase Trabajadora argentina.


Los sectores medios se encuentran en esta etapa de la historia fragmentados entre quienes han permanecido en la tradicional lógica de la factoría pampeana y quienes han evolucionado en su pensamiento crítico, alcanzando un grado considerable de conciencia nacional, popular y latinoamericana; éstos últimos, producto de la inmensa transformación cultural generada por el gobierno popular del 2003 al 2015. Más su antiobrerismo confeso, su desconfianza hacia todas las formas organizativas del Pueblo (sindicatos, movimientos sociales, economía popular) y su inconfesable sentido de superioridad intelectual (tan falsa como la supuesta “estabilidad económica” que pregonan) conducen aún a los hijos más lúcidos de esta clase a alejarse de las calles, hoy plagadas de multitudinarias manifestaciones, y a encerrarse en un nocivo y tóxico microclima de histeria y desesperación tan estériles como insalubres.


El filósofo nacional Juan José HERNÁNDEZ ARREGUI ha descrito con precisión el comportamiento de los sectores medios argentinos en tiempos de crisis económica:


“Diversos en su composición económica, divididos en estratos los miembros de las clases medias por su misma inestabilidad económica son elementos pasivos e intermediarios de la Clase Gobernante. Solamente en las épocas de rápidos cambios sociales, al subvertirse el antiguo orden jerárquico de la sociedad, cuando la pequeño burguesía se siente amenazada en su relativa seguridad material y en su opaca vida espiritual, abraza posiciones revolucionarias. Al peligrar su estatus económico, la conciencia fluctuante de la clase media se fragmenta ideológicamente según sus diversas capas componentes. En tales momentos de agitación su pensamiento muestra las contradicciones reales de su ideología, la base social de su pensamiento y experimenta el sentimiento temeroso de su aislamiento entre la clase alta a cuyo ideal de vida aspira y la clase baja a la que teme descender. Al alterarse las condiciones materiales de su existencia entra en un período de confusión ideológica. (...) Se convierte entonces en masa bien vestida, en la llorona de un mundo perturbado. (...) Su dependencia material le quita toda libertad y un sordo descontento la obliga a refugiarse en un idealismo ético que en el fondo oculta su impotencia revolucionaria.”


Desde la óptica de quien escribe estas lineas es lamentable señalar que es perceptible que aquellos sectores medios opositores al régimen actual, asediados por la infame acción económica del gobierno gorila, pretendan que sean los movimientos sociales y la clase trabajadora organizada quienes “la pudran” para no perder el cerco de sus magullados privilegios de clase sin salir alguna vez a la calle. Lamentamos que sea ostensible también que la histeria con que chillan por la supuesta “inactividad” de los sindicatos no tenga otro motivo que el terror de ver sus ahorros desvanecerse en la codicia de los de arriba sin que nadie haga nada por ellos, cual amo cascarrabias que insulta a su perro por quedarse dormido y no reaccionar cuando alguien se acerca a la puerta, por miedo a ser robado.


Ideas infundadas tales como la teoría de los “ciclos”, suerte de "destino manifiesto" que conduce la historia argentina hacia el acabose sin que nada pueda detenerlo, o la idea de una profunda “derechización social” producida entre las esferas plebeyas de nuestro que insta a los pobres a votar perpetuamente a la derecha desconociendo la realidad palpable que se vive en las calles, en las oficinas públicas, en los talleres gráficos, en las curtiembres, en las fábricas de todo el país, no sólo ha desmovilizado considerablemente a los sectores medios nacionales -quienes se recluyen en esferas de confort, juntándose sólo con quienes piensan de manera similar- sino que los conducen a un alejamiento lesivo de las calles, las grandes patriadas y las movilizaciones populares por ser éstas promovidas por sectores en quienes desconfían y culpan de sus desdichas. De tal manera, el compañero se aísla, pierde contacto con la realidad. Como desea estar informado, recurre a formatos digitales y audiovisuales de neto corte progresista que reproducen a su vez la misma óptica limitada y sin fundamento que, más temprano o más tarde, reproducirá como información real. El compañero, en fin, terminará forjando una lente deformada con la que observará el afuera, reafirmándose en una nociva concepción de minoría que lo encerrará en un microclima viciado e individualista.


La Argentina es el país en el mundo con la mayor organización obrera, con el mayor grado de conflictividad social y con el más alto grado de dirigentes sindicales. Esto es reconocido por el conjunto de las centrales del planeta. Aunque si se desea ahondar en el tema, basta con contar el número de conflictos entre el 2016 y el 2018 y el número de participantes de los mismos y compararlos con los de cualquier país del globo.


No es cierto que no se lucha. Es una verdadera falacia. En términos literales, no hay día en que no se salga a la calle.


Lo que si es cierto es que la lucha activa y decidida contra el régimen se encuadra en un sector del Campo Nacional Popular que, aunque ampliamente mayoritario, no deja de ser un sector. Nos referimos, claro está, a la Clase Trabajadora. Por su parte, las franjas medias no sindicalizadas o escépticas de la actividad sindical, no pueden ocultar su pasividad ante el vasallaje antinacional. Nada ha hecho por su propio bolsillo más que quejarse. Desmovilizadas, las masas medias que otrora representaron el núcleo del soporte social del gobierno popular 2007-2015 recaen en una insatisfacción crónica con los intentos de LOS QUE SÍ LUCHAN por desplazar al gobierno, exigiéndole acciones tales como "que la pudran" y "paro por tiempo indeterminado", sin tener la más mínima noción ni las consecuencias fatales que significa para un excluido "pudrirla" ni lo que implica para un trabajador dejar de trabajar "por tiempo indeterminado" o la organización logística y económica requerida por un sindicato para llevar adelante tal hazaña.


Continúa Arregui:


“Aunque el nivel cultural del obrero es inferior al de la pequeño burguesía, su conciencia política es en cambio superior. El sindicato es su escuela y en la apreciación global del problema nacional, es más argentina, pues ella elabora como clase productora la riqueza colectiva, y al defenderse como proletariado argentino, defiende a la Nación”.


Con sus aciertos y sus errores, es innegable que sólo EL SINDICALISMO ha sabido interpretar el momento histórico que atraviesa la Argentina y ha actuado en consecuencia. Al comenzar el gobierno de Cambiemos existían cinco centrales obreras y un puñado dividido de movimientos sociales. Hoy, la Clase Trabajadora se encuentra en franco proceso de unidad quedando, más temprano que tarde, tan sólo dos grandes centrales, ambas orientadas hacia la liberación definitiva de la Nación de las garras de los imperios de turno.


La obstinación autoinfundada de los sectores medios no sindicalizados de creerse en minoría frente al oficialismo cuando la inmensa mayoría del Pueblo se expresa en otra dirección es una de las zonceras más lesivas de esta época y será necesario eliminarla de raíz.


A ser claros: no decimos que exigirle acciones de medida mayor a las organizaciones sindicales y a los movimientos sociales sea un error. Las trabajadoras y trabajadores somos los primeros en exigirlas. Todos los días y en todo momento. Quizás incluso de manera más critica y más categórica que los sectores medios. Ahora bien, vemos que quienes las exigen lo hacen o desde su casa o en el mejor de los casos desde una marcha a la que asistieron porque “les interesa la causa”. Ni la Clase Trabajadora ni los Movimientos Sociales la van a "pudrir" por nadie. Lucharemos siempre en defensa propia y de la Nación en su conjunto y si "se pudre" es porque la coyuntura así lo marca.


Resta finalizar estas líneas invitando a todo y toda la que quiera luchar a participar de las acciones colectivas de la CTA. Nuestra central tiene afiliación directa. Cualquiera puede estar afiliado/a. Aún sin necesidad de pertenecer a un sindicato.


Para ser parte de las decisiones hay que discutir, luchar, en fin, hacer política.

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