Por: Jorge Rachid
Cuando los pueblos originarios Pampas de nuestras tierras, a diferencia de los Aztecas y los Incas, que recibieron a Cortés y Pizarro, mataron a Solís, tenían claro quién era el enemigo, Monteczuma y Tupac resultaron devastados y muertos.
Es que así es el enemigo colonialista a lo largo de la historia, sin pudor ni límites arrasa culturas, mata identidades, produce genocidios, ocupa territorialmente y somete a los pueblos.
Algunos compatriotas pueden creer que estas situaciones ya no suceden, que son parte de un tiempo bárbaro que ya está superado. Error, el siglo XX produjo más de 60 millones de muertos en guerras, el XXl lleva más de 2,5 millones y 4,5 millones de desplazados. América Latina es hoy campo de batalla, cuando hasta ayer era región de paz y concordia entre los pueblos, situación rota por presidentes títeres del poder imperial de EEUU.
Entonces estamos ante una disyuntiva de hierro: es imperativo desplazar este esquema de dominación colonial, y ese debería ser el único objetivo de las fuerzas populares, sin distraerse en luchas menores, quizás legítimas en otros tiempos, pero no cuando lo que está en peligro es la Patria.
El enemigo ha elegido a su identidad contrapartida en Cristina, es que Lucifer necesita a Dios, ya que sin Él no existiría el diablo, con perdón de la insolencia religiosa. En ese sentido, alrededor de demonizar a la ex presidenta basa toda su estrategia, es casi como “un tiro al pichón”, tratando de capitalizar toda la demonización, persecución y denigración que intentaron desde el mismo momento que asumieron.
EEUU a través del FMI financia la permanencia de sus empleados gobernantes, aceitando sus campañas, despliega operaciones de inteligencia que desvían la atención, preparan desde atentados a magnicidios, si otro fin que conservar el poder conseguido. Por esa razón pensar en que entregarán el poder, alegremente en un proceso electoral, que muchos compatriotas del campo nacional y popular, ya viven como una fiesta de cumpleaños, pero están equivocados.
Sólo un cambio total del escenario político institucional, puede garantizar recuperar soberanía política e independencia económica, único camino de construcción de la justicia social. Y esa situación no se agota en nombres. Al contrario, comenzar por los nombres, personalizando, le permite al enemigo disparar al blanco, mientras que el convencimiento de que la derrota del modelo neocolonial es prioritario, es lo que garantiza el triunfo, al aumentar la masa crítica del movimiento nacional para la batalla anticolonial.
Éste debe consolidarse primero en la calle, en la movilización, en el protagonismo popular, en la organización política y social, con las organizaciones libres del pueblo como ariete, punta de lanza y protagonistas de una epopeya como las muchas que ya ha escrito el pueblo argentino a lo largo de su historia.
Lo antes posible, en democracia y en paz, pero en el convencimiento que debe terminarse con esta pesadilla de entrega y represión sobre el pueblo argentino, para reinstalar los sueños de la Patria Grande, que nos dará en un mundo multipolar, que hoy predomina, la entidad de nuestra estatura ante los pueblos, con esa conciencia americana, morena, criolla, profunda, que es el grito de nuestros compatriotas latinoamericanos, acompañados por la voz de Francisco.
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