Por: Jorge Rachid
Un modelo de país soberano, inclusivo, industrial y con trabajo, frente a uno agrícola ganadero, dependiente, expulsivo y colonial, son parte de nuestra historia, que sólo la viene resolviendo la prepotencia imperial, cuando el pueblo retoma su destino.
La invasión y la guerra en la colonización temprana, la persecución y el asesinato en las confrontaciones del siglo XlX, fueron la constante de conformación de hegemonías transitorias, amputadas violentamente por las fuerzas de la reacción, aliadas al poder imperial. Las dictaduras y proscripciones, persecuciones y exilios prolongaron su lucha en el siglo XX, hasta nuestros días.
No dudaron los conquistadores en enterrar la cultura originaria y sus pueblos, ni los mercaderes porteños en avasallar las provincias, asesinando a Facundo o antes a Moreno en el mar. No tuvieron piedad por el popular Dorrego ejecutado “por la espada sin cabeza” del valiente Lavalle, por orden de Salvador María del Carril, futuro cortesano supremo. Jamás pensó el pueblo, que en nombre de la “civilización”, la cabeza del Chacho Peñaloza fuese exhibida en la plaza de Olta por orden de Sarmiento, entonces Jefe de policía de Mitre, mientras degollaban cientos de criollos rendidos de su tropa.
No relataré la historia más reciente de dictaduras y genocidios, ni la democracia condicionada del Consenso de Washington, invento imperial para condicionar al Mercado los pueblos Latinoamericanos. Menos aún, la contra ofensiva de EEUU a los llamados gobiernos “populistas”, reconstructores del UNASUR-Patria Grande, de nuestros mejores sueños como pueblo latinoamericano soberano.
Entonces han llamado “grieta” a la decisión de ser soberanos o ser dependientes, de incluir al pueblo o expulsarlo, de integrarlo o reprimirlo, es decir entre el país de pie o de rodillas. “Seamos Libres, lo demás no importa nada” nos dijo San Martín cuando inició su gesta emancipadora, lo cual originó que Rivadavia lo declarase traidor a la Patria. También nos dijo que “los argentinos, no somos empanada que se come de un solo bocado”, ante la invasión anglo francesa, rechazada por Rosas y Mansilla, que originó que el Libertador le legara su sable, mientras el poder de Mitre los declaraba traidor y enterraba esa historia épica del pueblo argentino.
Siempre la mano imperial manipuló cipayos oligarcas locales a su servicio, siendo la historia “oficial” quien los consagró con calles y monumentos, enterrando las luchas populares y los héroes y mártires de la Patria. Así Irigoyen fue lapidado y Perón declarado traidor a la Patria, lo mismo que la ex presidenta, ahora con la ayuda de una Justicia corrupta y medios hegemónicos que son parte del poder de los Fondos de Inversión, verdaderos dueños del poder global, rechazado por el mundo, por avasallar soberanías.
Entonces una grieta que no es grieta, una historia enterrada. Un presente en donde se repite el esquema de dominación imperial y llamados al “consenso”, desde un poder legal de origen, pero ilegítimo de ejercicio, que ha arrasado instituciones de la vida republicana.
El movimiento nacional y popular, conociendo la historia, reafirmando la soberanía popular, declarando la necesidad de reconstruir la Argentina Justa, Libre y Soberana en el marco de la Patria Grande, sabe que es una lucha constante, con miles de pequeñas batallas cotidianas y luchas electorales, son las que van dando fuerzas a la conciencia nacional compartida por el conjunto del pueblo.
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