Por: Camilo Porto Rojas | Línea Nacional Popular
La jornada del martes promete ser recordada. El 30 de abril, con todo en contra, la Clase Trabajadora argentina realizó una inmensa Huelga General con movilización a Plaza de Mayo. La crisis terminal de la gestión liberal conservadora acarrea sufrimientos insostenibles en el mediano plazo para el Pueblo Argentino, que en respuesta decidió salir nuevamente a pelear.
La medida ha sido calificada de muchas formas. Comunicadores de diversos sectores se han referido a la misma como el "Paro de Moyano y las CTAs", desconociendo u ocultando la amplitud sectorial de la convocatoria. El gobierno, por su parte, ha descrito a la huelga como un "fracaso total". Sin embargo, el grado de efectivos policiales movilizados, sumado a la "cortina de hierro" mediática que orientó todos sus cañones a mostrar lo que ocurría en un país vecino sin mostrar imágen alguna de la Plaza de Mayo y alrededores colmada de gente, dan cuenta del riesgo que tamaña jornada significó para los representantes del sistema.
También ellos saben que el Paro tenía todo en contra... su fracaso era el objetivo manifiesto del gobierno gorila. Pero la huelga no fracasó.
El Paro no ha sido gratuito: amenazas, multas y difamaciones mediáticas se suman a las operaciones que el aparato de inteligencia desplegó por toda el área en que se desarrollaba la movilización. Sospechosos incidentes se desarrollaron en la periferia: una treintena de detenidos ha sido el saldo que dejaría la nefasta actuación de las fuerzas de seguridad. Horas después, la ministra Patricia Bullrich advertiría a los sindicatos: "A los organizadores del Paro les pasaremos la factura de 18 millones de pesos por el despliegue de seguridad de más de 6000 efectivos." El líder de la CTA, Hugo Yasky responderá: "Pero quien le pidió reforzar la seguridad? ¿Agarró a alguno de los encapuchados o en que carajo se gastó la plata?"
Lo cierto es que la huelga fue contundente: Escuelas Públicas y Privadas permanecieron cerradas; las oficinas del Poder Judicial, vacías; la actividad bancaria, paralizada; las líneas de subte y premetro de la Ciudad de Buenos Aires, así como decenas de líneas de Colectivos CABA-PBA dejaron a la zona más poblada del país sin transporte público; la venta de diarios y revistas, absolutamente detenida; los talleres gráficos, cerrados; las universidades, cerradas; vastos sectores de la Administración Pública y Empresas del Estado, sin servicio; los camiones de todo el país, estacionados; los tambos de producción láctea, vacíos; el sector metalúrgico, paralizado; la actividad marítima y portuaria, totalmente frenada. El país entero, exceptuando sectores marginales de la producción y servicios, se paralizó. Para las 13 horas, horario de apertura del acto central, el Gobierno había comprendido que su estrategia para disminuir el impacto de la huelga había fracasado estrepitosamente. No pudieron contra ella ni las horas y horas que la prensa cipaya le había dedicado a disfrazarla de un “Paro de Camioneros”, ni la predica estéril de los voceros del gobierno, ni los descalificativos del Consejo Directivo de la CGT contra los sindicatos de su propia central habían funcionado. El acatamiento a Huelga General era categórico y la masa movilizada, extraordinaria. El descontento de la Clase Trabajadora se expresaba corpóreo y consciente. Y era incorruptible.
La medida se construyó de abajo hacia arriba, desde el interior hacia el centro. Semanas atrás, Carlos Acuña, Secretario General, y Andrés Rodríguez, Secretario Adjunto de la Confederación General del Trabajo, se sumaron a las voces de las patronales que intentaron reducir la magnitud del paro a una mera "convocatoria sectorial". Jamás fue tal cosa. La convocatoria del 30 de abril fue un verdadero "Confederal de Hecho", ese Confederal que la conducción de la CGT le había negado un año atrás a sus sindicatos. En ella concluyeron más de 70 regionales de la CGT de todo el país, el conjunto de los sindicatos de las dos CTA, el Frente Sindical para el Modelo Nacional, sectores sindicales opuestos a sus direcciones (como el caso de la UTA, en donde las bases se sublevaron a la negativa de su dirigencia a adherir al paro), organizaciones de cooperativistas, de Movimientos Populares, de la Economía Popular, agrupamientos de la Pequeña y Mediana Empresa, sectores militantes de Base, organizaciones de jubilados y desocupados, etc. Era el “Frente Patriótico” del que la dirigencia política tanto habla y jamás concreta. Estaba allí reunida la Patria, representada en las Organizaciones Libres del Pueblo, deliberando sin más intermediario que sus propios líderes sociales. Lo que el sector político partidario del Movimiento Nacional no pudo o no quiso concretar en estos tres años se manifestaba en su estado más puro en aquel acto de extraordinaria libertad humana.
Afirmar que la Huelga General del 30 de abril fue convocada por "un sector" o "línea interna" de la CGT es afirmar que el espíritu emblemático de la vieja central obrera no vive en Azopardo 802, sino fuera. Y fue precisamente eso lo que significó la Huelga del 30: "aunque jurídicamente, a través de un edificio, de un sello o de una personería gremial (...) aparezca que hay una CGT donde se reúnen dirigentes, eso no justifica que allí esté representada la voluntad de la mayoría de los trabajadores argentinos. Por lo tanto, la CGT puede estar dentro de un edificio o fuera de un edificio; dentro de una cárcel o dentro de una conciencia." (Raimundo Ongaro)
Tal como afirmaba el compañero Ongaro, la CGT no existe sino en la conciencia de la Clase Trabajadora organizada que se manifestó, aún a expensas de sus dirigentes, durante estos tres años de lucha heroica contra los verdugos del Pueblo. En cada uno de los cientos de conflictos sectoriales por despidos, salarios dignos y condiciones de trabajo: de los azucareros, de los curtidores, de los trabajadores de Luz y Fuerza, de los estatales, de los gráficos, de los empleados de prensa, de los tareferos, de los industriales; en las tomas de las fábricas y talleres, en las Ollas Populares, en los cortes de ruta, en las múltiples movilizaciones; soportando las difamaciones, la cárcel, las brutales represiones, las persecuciones judiciales, las intervenciones de sus organizaciones gremiales; en las grandes patriadas: en las masivas concentraciones del 9 de julio y 25 de mayo de 2018, en la Marcha Federal de 2016 y sus réplicas sectoriales en 2017 y 2018, en las jornadas de lucha del 14, 17 y 18 de diciembre de 2017 contra la Reforma Provisional y tantas otras manifestaciones masivas de nuestro Pueblo.
El 30 de abril, el Pueblo demostró la falacia del Artículo 22 de nuestra constitución, el cual reza: “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticiones a nombre de éste, comete delito de sedición”. Cabría preguntarse qué pasa cuando los “representantes” del Pueblo carecen de condiciones para deliberar o gobernar, sino de un insidioso discurso patriótico sin más arraigo a la nación que dicen proteger que el haber nacido en estas tierras. El gobierno de la Alianza Cambiemos le ha declarado la guerra al Pueblo argentino desde el 10 de diciembre de 2015. Sin embargo, la oposición política optó por posicionarse a la deriva de la voluntad confrontativa de las Organizaciones Libres del Pueblo. Mientras el gobierno oligárquico atacaba, la oposición política no reaccionaba. Enrolados en conflictos banales sin sentido, la oposición política permaneció inerte ante el sufrimiento de las masas que requerían de un liderazgo firme y decidido. Dicha representación la tomaron las organizaciones populares y el Movimiento Sindical. De allí salieron los nuevos liderazgos; de allí, las nuevas banderas de lucha; de allí, la resistencia heroica contra el modelo de hambre y destrucción del aparato productivo. El pasado 30 de abril, esa representación social salió a la calle también para dejar bien en claro que la alianza con el sector político partidario del Movimiento Nacional se encuentra en evaluación permanente: el nuevo gobierno del Pueblo será de y para los Trabajadores o no será del Pueblo.
La Clase Trabajadora parece decidido a retomar el rumbo de su propio destino. Afirmado en sus organizaciones, postula la necesidad de gobernar sin intermediarios más que aquellos que surjan de la propia voluntad del colectivo. Los trabajadores de la Asociación Bancaria saben qué hacer con el sistema financiero; los de APSSE, cómo y por qué nacionalizar el servicio de energía eléctrica; el SIPREBA, como orientar la información en función social para garantizar tal Derecho para el conjunto del Pueblo; la ATE, como reorientar las funciones del Estado hacia el desarrollo humano y técnico de la Nación; los aeronáuticos de APLA, como refundar el sector aeronáutico como elemento estratégico para el país. Hace pocos días, con motivo de la convocatoria a la Huelga General del 30 de abril, Héctor Amichetti, titular de la Federación Gráfica Bonaerense y dirigente de la Corriente Federal de Trabajadores fue categórico:
“A 70 años de que el General Perón habló en un congreso de filosofía y dijo ‘la verdadera Democracia es la Comunidad Organizada", con la lucha del Pueblo hay que hacer que la próxima etapa democrática, para que no fracase, sean las Organizaciones Libres del Pueblo, sean los sindicatos los que formen parte de ese gobierno y de las decisiones de ese gobierno.”
Amichetti dio en el clavo. El transito hacia una nueva etapa democrática donde el Pueblo, en su inmensa amplitud de matices, se haga cargo de las grandes decisiones que atañen a la grandeza de la Nación y a la felicidad de la comunidad, es indetenible. Será responsabilidad de la dirigencia política en todo su arco hacer que dicho transito sea escalonado y en paz. Si se niegan, sucederá igual.
La valentía y el coraje de cada delegada, de cada delegado, de cada trabajador que desoyendo amenazas y reprimendas acompañó la histórica movilización hacia Plaza de Mayo, de cada seccional o Comisión directiva que adhirió a la medida sin la tutela de su sindicato, de cada dirigente que a pesar de las presiones de la patronal explicó a sus bases la importancia de ir a la huelga es inconmensurable. Cada una de ellas, cada uno de ellos está convencido de dónde está su lugar, de cuál es su puesto de combate.
Como todo hecho histórico, las grandes gestas podrán apreciarse en su real dimensión en el futuro. Por el momento, la Huelga General del 30 de abril es el puntapié inicial de la retirada de la banda de facinerosos ruines que nos gobiernan, así como la Huelga General del 27 de abril de 1979 marcó el inicio del final de la última Dictadura Cívico Militar del Siglo XX en nuestro país.
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