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COMUNICACIÓN E HISTORIA | Pasado y presente

Por: Camilo Porto Rojas | LNP - CEL


Todo elemento comunicacional, sea cual sea el soporte que se elija para distribuirlo, ha cumplido y cumple una función pedagógica.


La formación de un sentido común determinado, entendido éste como el conjunto de elementos culturales y espirituales conducentes a la interpretación de la realidad por parte del individuo o grupo social en el que se trabaja, ha sido un elemento fundamental para la hegemonía política de nuestras Clases Dominantes. La batalla por las formas simbólicas es la batalla por las interpretaciones. Si se logra imponer ciertas formas de comprensión, homogéneas y perdurables en el tiempo, se logrará que el grupo social que las adopten guíen sus actos en función de éstas. Controlar el sentido común de las masas es controlar sus reacciones.


En tal sentido, construir un pasado artificial se justifica en función de abonar la realidad en tiempo real (presente) que se le quiere presentar a las y los argentinos. En síntesis: para que la prensa pueda imponer su realidad, primero los contenidos de la historiografía oficial –socializada a través de la educación inicial, media y superior, el cine, la televisión y la radio– han de haber hecho “aceptable”, “creíble”, “incorporable” la información publicada.


Uno de los ejemplos más relevantes al respecto es el caso del tratamiento que la Historia Oficial le dio a la era de la Confederación Argentina, a Juan Manuel de Rosas y a las clases sociales representadas por "el Restaurador".


El combate abierto efectuado contra Juan Manuel de Rosas por parte del unitarísmo porteño lleva ya casi 170 años. Éste ha cumplido una doble función: por un lado, derrotar al enemigo político del liberalismo de mediados del S. XIX; por otro, forjar la representación de la "Barbarie" en las clases subalternas que, después de Caseros, serían exterminadas despiadadamente, constituyendo así los mas grande genocidios jamás vistos contra una población nativa por parte de su propio Estado. En paralelo, el combate contra Rosas y las Montoneras Federales ha de resucitar una y mil veces, actualizando los actores, renovando el odio clasista y racial contra las masas subalternas y rechazando todo aquello que se entienda “americano”.


De lo que se trató no fue de derrotar políticamente al Federalismo Interior, sino exterminarlo militarmente. Para ello, previamente, se desplegó una batería de textos literarios, políticos, periodísticos, etc. que construyeron en el rosismo la estética del demonio.


Nace el cuento de la "Civilización y Barbarie". Mediante formas estéticas de considerable carga visual, similares a las viejas representaciones del Infierno del arte cristiano del siglo VIII, la intelectualidad liberal intentó personificar a Rosas como un verdadero "Monstruo"; a las montoneras federales, como las bestias sanguinarias y sombrías defensoras del orden diabólico del Restaurador; a la Confederación Argentina, como el mismísimo infierno sobre la tierra: "No bastaba con la caída de Rosas ni con las masacres de Pavón. Era necesario, imprescindible, dotar a la nueva Argentina de una idea de Patria que no fueran los hombres, la tierra, la tradición, algunas de esas cosas que dan a toda Patria su fisionomía particular y constituyen su razón de ser" -dirá el historiador José María Rosa al describir el combate de la penetración cultural imperialista contra la figura del Restaurador- “A la época de Rosas no podía estudiársela. Era necesario negarla en bloque, condenarla sin juicio previo: Tiranía... y nada más”.


Como en otras épocas de nuestra historia, el objetivo bélico de la propaganda oligárquica no fue otro que el de justificar, mostrando la violencia desenfrenada del Pueblo rosista, el barbárico exterminio al que sería sometido tras la derrota de Caseros. Dirá la socióloga Amalia Podetti: "Primitivo, bárbaro, irracional no son categorías científicas, sino políticas; sirven para designar el enemigo interno o externo; para justificar la injusticia de lo que se hace con la víctima". A lo largo de nuestra historia, la llamada “alta cultura” ha cumplido el valorado y bien premiado rol de justificar –mediante la filosofía, la novela literaria, la sociología, la historiografía, la ciencia o la prensa– las más salvajes atrocidades cometidas contra nuestra Población. Así, la función demonizante que cumplirían “El Matadero” de Echeverría o “Amalia” de Mármol contra el gauchaje federal, sería repetido poco menos de un siglo después por textos como “La Fiesta del Monstruo” de Borges y Bioy Casares contra los descamisados y descamisadas peronistas. Del mismo modo se actuaría hasta la actualidad contra las Organizaciones Libres del Pueblo y sus líderes sindicales, sociales o políticos. Dirá José María Rosa al respecto del rosismo:


“Todo lo que pudo servir contra Rosas: “tablas de sangre”, novelas como "Amalia", poesías condenatorias, alegatos de resentidos, chismes de comadres, fue vertido en dosis educativas en los libros de texto como definición de la tiranía. Contra ella, los auxiliares del imperialismo lucharon veinte años con patriótico desinterés, pues el catecismo de la nueva Argentina presentaba un "Gran Demonio Rojo", Rosas; perseguido sin tregua por unos ángeles celestes. Finalmente “El Bien” se imponía sobre “El Mal”, como debe ocurrir en todos los relatos morales. Llegó entonces la constitución de 1853. Pero como Urquiza tenía resabios federales, debió esperarse hasta su derrota en Pavón para que los goces de la libertad se extendieran en toda la Argentina. Y el 12 de Octubre de 1862, con la asunción de la presidencia por Mitre, se detenía la historia. Más allá no había nada importante... Fuera del corto epílogo del Paraguay para batir otro “tirano monstruoso” en beneficio de su pueblo oprimido, solamente se registró una galería de presidentes con fecha de su ingreso y egreso, y alguna frase final sobre los grandes destinos. Era cierto, ciertísimo... que más allá de Caseros no había historia.”


La táctica comunicacional del liberalismo oligárquico nunca ha cambiado. Desde 1852 hasta nuestros días, la demonización de las clases populares ha sido una constante en los libros de ayer y en la prensa audiovisual de hoy. La “tiranía” dio lugar a un concepto de mayor asimilación: “corrupción”. Detrás de la llamada “Ruta del Dinero K”, decenas de hombres y mujeres fueron despiadadamente encarcelados por delitos jamás comprobados; a través de la infame acusación de “bandas narcotraficantes”, los Movimientos Populares fueron bestialmente reprimidos, perseguidos mediáticamente y hasta asesinados por las fuerzas del orden oligárquico; mediante la estigmatización de las clases humildes y sus organizaciones, se han justificado las más atroces políticas jamás vistas en Democracia que acabaron en lo que representa un verdadero genocidio social. Desalojos nocturnos, despidos masivos, represión y tortura a militantes sociales, asesinatos de jóvenes luchadores como Santiago Maldonado y Rodolfo Orellana, persecuciones judiciales y mediáticas contra dirigentes sindicales y políticos, son sólo algunas de las expresiones que las letras del Demo-Liberalismo intentaron justificar. En pos del “progreso”, de “entrar al mundo”, de “sincerizar la economía”, entre otras zonceras de manual se ha endeudado al país y hambreado a cientas de miles de familias.


En los 4 años de gobierno oligárquico, tanto el presidente Macri como el conjunto de sus ministros revitalizaron la retórica mitrista, informándole al conjunto de las y los argentinos que en el país existía un enemigo interno y era el Pueblo Peronista. El error de cálculo fue creer que dicho pueblo no era más que un sector marginal del país. Las urnas demostraron lo contrario. Más el aparato de colonización pedagógica montado desde la derrota de Caseros a esta parte sigue actuando independientemente de ostentar o no el gobierno formal de la República. Contra la figura de la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner se han renovado los esfuerzos para recrear en derredor de su figura al más terrible y despiadado demonio jamás visto desde los tiempos de Rosas. Contra la actual falsificación deliberada del presente, debemos oponer todas las herramientas que tengamos, ya que como dijo “Pepe” Rosa: “no tendremos Patria mientras nos sepamos realmente nuestra historia.”

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