Por: Camilo Porto Rojas | Línea Nacional Popular
Norberto Centeno había firmado su destino el mes de septiembre de 1974. En aquel año trágico para la historia Argentina, el General Perón abandonaba este mundo sin dejar otro heredero que al Pueblo argentino. Tiempo después de la muerte del viejo líder obrero, el Congreso de la Nación sancionaba la Ley N° 20.744 titulada “Contrato de Trabajo”. Dicha norma fue el corolario de un siglo de luchas obreras por la emancipación social. La Ley de Contrato de Trabajo de Centeno significó el más alto grado en el desarrollo de la dignidad de la Clase Trabajadora argentina en su historia. En más de 300 artículos, Centeno subvirtió la correlación de fuerzas entre el Capital y el Trabajo. La Clase Trabajadora argentina adquirió una potencia inusitada, mayor aún que en las naciones socialistas existentes en ese entonces.
Tamaña imprudencia por parte del letrado Centeno no sería perdonada…
El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas vernáculas, conducidas por la siempre invisible Oligarquía Pampeana, destituían del gobierno a la presidenta Isabel Martínez. Comenzaba así, la última Dictadura Cívico Militar del siglo XX en nuestro país. Las causas del golpe se encuadraban en el tristemente recordado “Plan Cóndor” comandado por los Estados Unidos en pos de subordinar los levantamientos revolucionarios de la región iberoamericana. En nuestro país, el peronismo representaba el “hecho maldito” a eliminar. Las experiencias militares anteriores se mostraron estériles para contener la masa peronista y desmontar sus organizaciones. Las conciliaciones y la negociación no bastaron para subsumir al Movimiento, había que destruirlo. Se inició así el proceso de combate contra la insurgencia nacional popular.
El primer objetivo de la dictadura naciente fueron las organizaciones obreras. Apenas 24 horas después del golpe, las FF.AA. sentenciaban en su Comunicado N° 4:
“Será severamente reprimida toda manifestación callejera; [...] todas las fuentes de producción y lugares de trabajo estatales y privados, a partir de la fecha serán considerados de interés militar.”
Pronto, la “Ley Centeno” de Contrato de Trabajo fue reemplazada por la Ley 21.400/76 que forzará a las organizaciones obreras a abandonar las medidas de acción directa, suprimiendo el Derecho a Huelga, acción que pasaría a ser “delictiva”. El Sindicato pasó a ser una “Asociación Ilícita”; la Acción Gremial, un delito; los líderes obreros, delincuentes de alto riesgo. Con el Derecho a Huelga, la Dictadura Cívico Militar suprimió los fueros gremiales de los sindicatos, intervino el conjunto de las organizaciones sindicales, flexibilizó radicalmente las relaciones laborales.
El carácter patronal del gobierno militar fue abierto e indisimulado. El mismo se funda en los intereses económicos de las clases dominantes: detonar los andamiajes de la industria nacional para retomar el rumbo agroexportador de la factoría pampeana y reubicar al país en el lugar que la División Internacional del Trabajo le otorgó mas de un siglo y medio atrás. El antagonismo principal para concretar sus perversos intereses era -como hoy en día- la Clase Trabajadora organizada, hija de la Revolución Justicialista. Todas las acciones de la junta genocida se orientaron en sus primeros meses a desarticular el poder de la Clase Trabajadora argentina. El terror como método disciplinario intentó desmovilizar al proletariado nacional por medio de la desaparición forzada, las torturas y el fusilamiento público. En el interior profundo, la masacre mostró su rostro mas salvaje. El fantasma de Domingo Faustino Sarmiento se alzó desde Ushuaia a La Quiaca, asesinando a todo elemento “subversivo” sin importar edad ni genero. Las violaciones, torturas físicas y psicológicas empleadas en los Centros Clandestinos de Detención urbanos fueron bestiales. En las villas y barrios de asentamiento, las “topadoras” arrasaban con familias enteras… Recuerdo el relato de un trabajador, hoy anciano, que contaba como al volver de la obra, su casa ya no estaba… su familia, tampoco. Solo destrucción y tres cuerpos, su mujer y sus hijos, pudriéndose al calor de la tarde.
La desmovilización obrera fue la prioridad. Desde aquel fatídico 17 de octubre de 1945, cuando el barro de la historia se sublevó ante los azorados ojos de una clase dominante que pensaba resueltos sus problemas desde hacía casi un siglo, el Poder se vio horrorizado ante una Clase Trabajadora que se hacía dueña de la historia proclamando a su líder “presidente” antes de ser votado. Desde ese día comenzó la maldición que aquel 24 de marzo de 1976 decidieron exorcizar.
El tiempo les demostraría que el esfuerzo sería inútil…
Para la Oligarquía gobernante, Centeno había liberado a la "hidra de las siete cabezas". Semejante pecado para el orden liberal conservador debía ser pagado con la vida.
El 6 de julio de 1977, Centeno había concurrido a su estudio ubicado en calle La Rioja 1400 en la Ciudad de Mar del Plata. Horas después, salió junto a su compañero Ernesto Tomaghelli rumbo a una cafetería. El sonido del caminar de unas botas los hizo acelerarse... "Alto, Ejercito", escucharon segundos antes de la salvaje golpiza propinada por la infamia uniformada que se llevaría al abogado de las y los trabajadores... "para que estas mierdas aprendan -habría dicho alguien- que su única defensa es bajar la mirada cuando se les manda".
Esa noche comenzó una cacería de abogados y abogadas -en su mayoría laboralistas- que terminaría el 13 de julio con el pavoroso saldo de 11 desaparecidos y desaparecidas. Entre ellos, José Verde y su esposa, María de las Mercedes Argañaraz de Fresneda (embarazada de 4 meses), María Esther Vázquez de García y su compañero Néstor Enrique García, Camilo Ricci, Salvador Manuel Arestín. Ellos y otros tantos fueron el trofeo de caza de la furia oligárquica. (José Verde y su esposa, el Dr.Camilo Ricci y el Dr.Carlos A.Bozzi sobrevivieron).
Previo a su desaparición, la Ley de Contrato de Trabajo, obra cumbre de Centeno, fue desmembrada por la justicia servil. 150 artículos fueron eliminados; la mayoría de los restantes, modificados en favor de las burguesías parasitarias y la oligarquía vernácula. La mayor conquista del Movimiento Sindical desde sus orígenes había sido desaparecida al igual que su creador. Era el costo que debía pagar por tamaño atropello al Poder.
El 24 de marzo de 1976, la Oligarquía pretendió ejecutar un nuevo “proceso de reorganización nacional” tal y como lo hiciera Bartolomé Mitre desde 1853 hasta ver exterminadas a las montoneras federales, al indiaje insurgente y a los caudillos que los comandaban. El terror, pensaban, paralizaría a las masas de trabajadoras y trabajadores en lucha por conducir los destinos de la Nación.
Casi el 70% de las mujeres y hombres desaparecidos en la Dictadura Cívico Militar fueron trabajadoras y trabajadores: la mayoría de ellos y ellas, delegados y delegadas de Base. El Plan Sistemático de Desaparición Forzada de Personas promovido por la Junta Militar fue, en primerísima instancia, anti-obrero.
En ese rumbo, Norberto Centeno, máximo exponente del laborismo argentino, brutalmente asesinado. Su defensa de los derechos de la Clase Trabajadora es y será recordado por siempre.
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