SÓLO CONSOLIDANDO EL GOBIERNO, SE AVANZARÁ SOBRE EL PODER
Por: Jorge Rachid
La evaluación de un gobierno recién asumido, no se puede hacer sólo por la sucesión de fotografías que se utilizan para enfrentar la crisis provocada y heredada, cual granada sin espoleta, en los primeros intentos que hace de enderezar un barco en rumbo de siniestro inminente. Esa lectura le sirve al enemigo, que no ha dudado un instante en colocar al gobierno naciente bajo ataque.
El gobierno nacional y popular llegó por un sistema de alianzas electorales que le permitieron derrotar, en la primer vuelta, de un plumazo, la mayor experiencia de disolución del movimiento nacional que se dio en la Argentina desde 1955. Es así porque fue en términos democráticos, al consolidar una batalla cultural hegemónica, colonizadora y dependiente, cuyo objetivo final era vencer 70 años de historia peronista.
Por qué le era necesario al enemigo derrotar al peronismo? Porque el nivel de conciencia nacional alcanzado por los derechos generados por el peronismo, perviven en el tiempo, como capital cultural del conjunto de los argentinos, sean o no peronistas. Es una construcción del pensamiento, donde la escuela pública ocupa un lugar central en la movilidad social. En donde la salud se mide en términos de derechos y no de lucro, de prevención antes que en tratamientos y en solidaridad antes que en caridad.
El peronismo al apuntalar derechos, es una barrera infranqueable para los agentes económicos, políticos, sociales y culturales de los nuevos tiempos neoliberales. Esas herramientas de dominación utilizadas a nivel internacional y más aún en el marco regional, de la mano de EEUU en su diseño estratégico de recolonización, van desde lo macro económico, con los manejos financieros que destruyen trabajo en la timba de los fondos de inversión, a las cadenas informativas del desánimo, que son funcionales al poder hegemónico.
Pero en América Latina se agrega, en el plano judicial, el ya famoso Lawfare, es decir la herramienta de armado de causas y linchamiento público, con las falsas noticias de los medios, en un esquema perverso de persecución y disciplinamiento social.
Sólo falta agregar a este combo la represión, herramienta última cuando los demás mecanismos fallan y es cuando aparece la cara más feroz del régimen despótico en toda su dimensión como sucede hoy en Chile, Colombia y Ecuador, con su etapa final, como en Bolivia, con un golpe de estado militar a la vieja usanza.
Por esa razón el gobierno recién electo, está lejos del poder, sólo retiene las riendas administrativas del estado, que han sido colocadas por el gobierno anterior, en manos del enemigo, para poder operar desde las entrañas mismas del gobierno, con estructuras armadas a sus propios fines, que cuando quieren ser modificadas, aparecen como defensores de la democracia, aquellos que la avasallaron durante los cuatro peores años de deterioro institucional desde 1983.
Esa primer batalla de desmonte de las granadas sin espoleta, es como limpiar un campo minado. Es día a día, desarmando estructuras y deconstruyendo un discurso que se ha naturalizado, en donde los derechos se miden por tarifas y la justicia por pertenencia política. Es una batalla donde todos los días el enemigo pone el grito en el cielo, cuando se mueve alguna pieza del poder estructural, diseñado a sus propios intereses. Pero también lo pone algún fuego amigo, de las propias filas, que intenta acelerar los tiempos de ejecución de políticas a largo plazo, confundiendo lo táctico con lo estratégico, que sólo se pueden realizar desminando el camino.
El peronismo siempre eligió entre el tiempo y la sangre, al tiempo, intentando apuntalar la evolución de los acontecimientos que siempre producen menos costo social que revolucionando los mismos. Eso no quiere decir no identificar perfectamente al enemigo, ni dejar de señalar su estrategia. No hay grieta, son modelos en la discusión democrática y es patria o antipatria en términos de soberanía nacional y defensa de los intereses populares. Un pueblo se define por un destino común y ese destino elegido por los argentinos, es el de la solidaridad, del amor, de la integración plena, de la movilidad social, de los derechos respetados y en ese camino, quienes queden fuera, son enemigo de la Patria, porque están dispuestos a entregar a intereses extranjeros el patrimonio nacional, como fue el saqueo de los últimos cuatro años.
No es paciencia lo que debe pedir el gobierno, sino protagonismo de la militancia, abrir las discusiones, terminar con las internas perversas, herencias malditas del neoliberal que se a metido dentro de las filas. Debe marcar el camino, escuchar y plantear las cuestiones de cara al pueblo argentino que es sabio y sabe entender las circunstancias. El enemigo opera en círculos cerrados, mientras nosotros lo hacemos en las calles y en asambleas multitudinarias que es como escribimos la historia y de esa manera consolidamos el ser nacional de Patria Grande.
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