Por: Jorge Rachid
“LOS MÁS INFELICES, SERÁN LOS MÁS FAVORECIDOS” Jose Gervasio Artigas
El Protector de los Pueblos Libres, autor de ésta frase, el primer peronista, que propuso la Reforma Agraria y la libertad de los esclavos en 1813, también expresó en el Congreso del Arroyo De La China: “Mi poder emana de ustedes y cesa ante vuestra presencia”, es el mismo Padre de la Patria que permitió que su hijo adoptivo, el guaraní Andrés Guacurarí, llevase su apellido Artigas, siendo conocido por Comandante Andresito, hoy General de la Nación gracias a la promoción pos mortem del gobierno de Cristina.
Esta introducción sirve para relatar la pequeña gran historia del Comandante como Gobernador de Corrientes, después de haber salvado las Misiones, para nuestro país, de las garras del Imperio ¨Portugués. En su avanzada, cuando Andresito llegó a Corrientes, la burguesía local temblaba de temor reverencial a “los bárbaros”. El Comandante junto a sus indios, entró caminando y desarmado, mientras los oligarcas miraban por las mirillas de sus casas, llegando a la Catedral, donde hizo oficiar una misa de gracias. Había sido criado en escuela jesuítica.
Al día siguiente mandó a buscar todos los niños de hasta 12 años, de las familias burguesas y los hizo trasladar hasta las Tolderías en las afueras de la Ciudad, ante la desesperación de las madres que rogaban a Andresito por sus vidas, a lo cual el Comandante les avisó que al día siguiente, al alba, deberían ir a la Toldería.
Al amanecer en las afueras de las tiendas indígenas, las madres vieron como sus hijos, jugaban con los chicos indios y se divertían, hasta que apareció Andrés Guacurarí Artigas y les expresó: “sepan ahora, que las madres indias también corazón”. Esta expresión era respuesta a la apropiación violenta de niños indígenas para tareas rurales y domésticas, que eran arrancados de su seno materno. La barbarie, le dio una lección a “la civilización”.
Esta historia me surge cuando se informa, en forma oficial, que la pobreza en nuestro país, creció casi al 33% y que los niños pobres son en esas edades hasta los 14 años, el 48%, como un dato más, estadístico, frío, distante, como si los niños fuesen elementos de un experimento macro económico, desponjándolos de toda humanidad. Es que las madres de los niños pobres, también tienen corazón, parafraseando a Andresito.
Un país que tiene para alimentar 400 millones de personas, no puede alimentar por razones presupuestarias de controlar el “déficit fiscal”, a poco más de 13 millones de compatriotas. Es criminal, brutal, inhumano y asesino, porque detrás de ese dato, está la desnutrición, la enfermedad y la muerte.
Eran otras épocas, en los últimos 70 agraviados años, por los patéticos personajes que hoy gobiernan, que expresan que “ahora se conocen los números reales”, cuando sabemos que hasta el 2015 la pobreza que se estaba combatiendo, era sin hambre, con contención social y políticas activas, habiendo pasado del 57,3% del 2003 al 25%, en ese último año de gobierno popular.
“LOS ÚNICO PRIVILEGIADOS SON LOS NIÑOS”, era una manda Constitucional peronista, lo mismo que los derechos de los ancianos y los trabajadores. Derechos sociales básicos, derechos humanos permanentes, a los cuales el gobierno debe dar respuestas, como mandato democrático, siendo su abandono, un causal de juicio político, de proceso penal, de repudio internacional, ante la deshumanización de un gobierno títere, cuyo único objetivo es el cumplimiento de órdenes macro económicas, lejos de los seres humanos, sus sentimientos, sus afectos y de la solidaridad que siempre ha reinado en el pueblo argentino, agraviado ahora por políticas neocoloniales, como las que están en desarrollo.
El Movimiento Nacional y Popular, reivindica su carácter humanista y cristiano como denominación genérica de expresar las religiones, que hacen del ser humano y la naturaleza, el modelo biocéntrico que hoy promueve el Papa argentino, frente al capitalismo salvaje, por lo cual la lucha en pos de reconstruir derechos y libertades, no conoce pausa, sólo compromiso y acción movilizadora, para hacerlo posible en paz y en democracia, con las premisas siempre presentes de soberanía política, independencia económica y justicia social.
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