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10 DE DICIEMBRE | TRES AÑOS DE RETORNO AL COLONIAJE*






Es de esperar, y sin duda lo harán profesionales mucho más calificados que quien escribe estas lineas, que el impacto de estos tres años de gobierno liberal oligárquico se mida con la herramienta implacable de la estadística.


Claro, los números -expresión prima de cantidad o magnitud; elemento inobjetable de este sistema académico cuya orientación jerarquiza lo exacto por sobre todas las disciplinas; apéndice de la matemática, ciencia lógica por excelencia, expresión de un lenguaje universal perfecto que hace concreto lo abstracto, material lo inanimado, resoluble lo problemático- son el elemento siempre escogido para describir el caos, la crisis, la magnitud de los errores. A través de los números sabremos que en noviembre el consumo de masas cayó un -9,6% variación anual, que los precios registraron en octubre un aumento del 45,1%, que a finales de este año la caída del salario alcanzará el -14%. Podríamos continuar describiendo las consecuencias de esta torpe y desvergonzada aventura liberal conservadora, más es importante ir al meollo de la cuestión.


La estadística nos brinda precisiones. Sin ellas, las dimensiones reales de la perdida de nuestro futuro se tornarían incorpóreas. La importancia de la estadística subyace en la dimensionalidad de una medida de gobierno: ¿cuántos estatales han perdido el empleo por las políticas de "déficit cero"?; ¿cuántas familias se calefaccionan con leña tras los múltiples tarifazos en el gas y la electricidad?; ¿cuántos pibes de las barriadas han sido víctimas del "gatillo fácil" de la ministra Bulrrich?; ¿cuánto representa realmente el aumento en la AUH para el bolsillo de las madres de nuestro pueblo? ¿Cuántos hijos e hijas han perdido estas madres por no poseer un sistema eléctrico adecuado en sus viviendas?


El número, la estadística, son importantes. Más consideramos que no representan por sí solos la magnitud empírica del desastre que esta banda de maleantes ha dejado en nuestro país tras tan sólo tres años de gobierno.


La destrucción del país es ostensible en cada rincón de la nación. El hambre, la miseria y el dolor de nuestro pueblo se manifiesta como una herida abierta en cada esquina. La estadística se torna fría, insensible, cuando el dolor de panza de un pibe que no encuentra espacio en el merendero procede al desmayo que no será tratado porque las ambulancias no entran a las barriadas; cuando una madre, un padre, una abuela estalla en alaridos de rabia al ver cómo gendarmería acaba con la vida de su muchacho cuando volvía de la escuela; cuando un joven militante desaparece en la profundidad de la Patagonia o cuando otro joven es violentamente fusilado en una toma de tierras.


Si no existe perdón a semejantes crímenes sociales, tampoco lo habrá para la entrega descarada y apátrida de nuestra soberanía nacional a manos del gran Capital trasnacional. Tal es la fisonomía de las mentes extranjerizadas de nuestros gobernantes, quienes entregaron con la complicidad de un Congreso traidor, el futuro de nuestra Nación a las garras nefastas de los Fondos Buitre y al Fondo Monetario Internacional.


Si existe un calificativo para la gestión de Cambiemos no podría ser otro: antipatria.


Tal es la cruda realidad, los resortes fundamentales de la economía, los recursos naturales, los servicios, todo se encuentra supeditado al Capital extranjero.


Al igual que en 1826, la Argentina de Macri "posee un gobierno reconocido en el exterior y un orden jurídico aparente, usa bandera, escudo himno y demás símbolos nacionales y tiene sus contornos delineados en los mapas con colores propios. Pero no podemos considerarla nación soberana porque no maneja su destino y su quehacer no se dirige a las consecuencias de su propia comunidad. es una verdadera colonia manejada por una metrópoli." (José María Rosa)


Pocos días atrás, la parafernalia estéril celebrada en Buenos Aires con motivo de la Cumbre del G20, supo mostrar a propios y ajenos la ausencia total de una política soberana por parte de la Argentina. Al igual que Bernardino Rivadavia, que ostentaba orgulloso las joyas otorgadas por el gobierno Británico a cambio del servilismo complaciente del gobierno argentino casi dos siglos atrás, el presidente Macri se vanagloria de la atención foránea y la enarbola como trofeo máximo de su paupérrima y dañina gestión.


La Alianza Cambiemos, expresión contemporánea del mitrismo decimonónico, ha realizado una profunda contrarrevolución sin que nosotros, el Movimiento Nacional Popular, hayamos llegado a realizar una revolución. Actúan de la misma manera, con la misma violencia, con el mismo odio y guiados por los mismos intereses que el Partido Unitario en tiempos de Mitre y Sarmiento. Pensar con seriedad en el desarrollo autónomo de nuestra Nación en convivencia con estas fuerzas destructivas es tan ilusorio como estúpido. No tendremos Patria si no cambiamos el rumbo de esta Argentina dependiente, herencia maldita que tres años de gobierno oligárquico. Esta vez, ya en el gobierno, la revolución nacional popular se hace imprescindible, imperante.


El Pueblo argentino, amparado únicamente en sus organizaciones, ha sabido dar batalla a las infames ambiciones de esta clase parasitaria. Con relativo éxito, se ha formado en la lucha, en las tomas de establecimientos, en los cortes de ruta, en las barriadas encendidas, en las hoyas populares, en las huelgas generales, en las movilizaciones callejeras, soportando balas de goma, cases y hasta armas de fuego. Ha salido adelante. Y ha aprendido de sus errores. Resta que la dirigencia política tome el "bastón de mariscal" que le toca en esta lucha y se ponga al frente de la siguiente contienda electoral, garantizando el éxito o sucumbiendo ante el desprestigio de haber podido vencer sin haberlo dado todo por tamaña empresa. El Pueblo marchará igual. Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de sus dirigentes, pero marchará igual. Comprende su destino y ha asumido la responsabilidad que le toca en esta patriada.


Convencidos de que podremos lograrlo, en este año que se avecina debemos adoptar el compromiso patriótico de luchar hasta vencer para que el 2019 sea recordado para siempre como el último año de gobierno oligárquico de la historia argentina.


* Camilo Porto Rojas | Linea Nacional Popular

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